El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo, día de reconciliación, memoria de la Eucaristía y pórtico de la Pasión. Se celebra lo que Jesús vivió en la cena de despedida: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva» (1 Cor 11,26).
Hasta el siglo VII, el Jueves Santo fue día de reconciliación de pecadores públicos, sin vestigios de eucaristía vespertina. A partir del siglo VII se introducen en este día dos eucaristías: la matutina, para consagrar los óleos (necesarios en la vigilia), y la vespertina, conmemoración de la cena del Señor.
Todo el misterio del Jueves Santo y del Triduo Pascual se contiene en estas palabras de Juan (13,1): «Era antes de pascua (judía). Sabía Jesús que había llegado para él la hora de pasar de este mundo al Padre (Pascua de Cristo); había amado a los suyos (entrega, Jueves Santo) que vivían en medio del mundo y los amó hasta el extremo (muerte, Viernes Santo). Estaban cenando (eucaristía, pascua cristiana)»...
En la eucaristía del Jueves Santo, la Iglesia revive la última cena de despedida de Jesús y celebra la caridad fraterna por medio de dos gestos: uno, testimonial (el lavatorio); el otro, sacramental (la Eucaristía). Con la misa vespertina del jueves comienza el triduo. Por eso se afirma que el Jueves Santo es «conmemoración de la cena del Señor». Todas las lecturas de este día evocan la entrega de Jesús, que cumple con el viejo rito de la antigua Pascua (la lectura), ofrece su cuerpo en lugar del cordero (2ª lectura) y proclama el mandamiento del servicio (Evangelio). Pero, al mismo tiempo, Jesús es entregado por Judas y abandonado por los demás discípulos.
Termina el jueves con una oración prolongada personal en silencio. La hora santa puede hacerse, bien el Jueves Santo por la noche, bien el Viernes por la mañana. Se preparan textos bíblicos, cantos o música para ser oída, fragmentos religiosos literarios, noticias sucintas del mundo, oraciones de petición o de acción de gracias y breves revisiones personales de vida. Recuérdese que el lenguaje religioso o litúrgico es, en forma directa, dirigido a Dios. Como texto bíblico, puede utilizarse el discurso de despedida de Juan (caps. 13-17), las «siete palabras» o el itinerario del «via crucis». La experiencia nos dice que esta oración personal es una de las más importantes del año.
PARA REFLEXIONAR
- Jesús mostró su amor a Dios Padre, amándonos a nosotros, compartiendo todo, hasta su persona, con nosotros. El había dicho: “Nadie ama tanto como el que da la vida por aquéllos que ama”. Y esto lo selló con su muerte en la Cruz.
- Nosotros debemos hacer lo mismo en su memoria, si nos queremos llamar cristianos. No es fácil. La única señal de que amamos a Dios, es que amamos a nuestros hermanos. Y la señal de que amamos a los demás es que buscamos el bien de ellos.
- La Eucaristía (la Comunión) es el Pan que nos sostiene en este camino duro. No es un premio para los perfectos. Es el Pan que da la Vida a los necesitados, a los débiles, a los pecadores…
- Por la noche, acompañemos a Jesús con nuestra oración, que sigue su agonía entre tantos hermanos nuestros, enfermos, solos, despreciados, explotados, perseguidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario