Isaías 45,6b-8.18.21b-26
No hay otro Dios fuera de mí.
Salmo: 84,9-14
Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria.
Lucas 7,19-23
¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?
Esta pregunta que Juan Bautista dirigió a Jesús es la gran pregunta del Adviento, la pregunta que tenemos que hacernos todos los que nos decimos cristianos: ¿Yo a quién espero de verdad? ¿A qué carta quiero jugarme la vida? ¿Apuesto por el programa de Jesús o me apunto a otros programas?
Porque la respuesta que Jesús envía al Bautista es su propio programa en favor nuestro, un programa que Jesús ya ha comenzado a poner en práctica: Los ciegos ven, los inválidos andan, los muertos resucitan. Jesús no se refiere solamente a sus milagros, a propósito de los cuales Él no quería que se hiciera mucho ruido. Aquellos milagros eran sólo un signo de lo que Jesús desea hacer con cada uno de nosotros: curar nuestra ceguera para que podamos ver con claridad el camino de nuestra vida; darnos fuerzas cuando estamos paralizados por el miedo, por el rencor o la comodidad; comunicar una nueva vida a los que se han convertido en verdaderos cadáveres ambulantes. Jesús es el único que puede hacer todo esto. Por eso le esperamos a Él y a ningún otro.
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