Yo soy el camino, la verdad y la vida
(Juan 14, 1-6)
Los primeros cristianos tenían conciencia de estar practicando un nuevo estilo de vida a la manera de Jesús, no tanto de pertenecer a una nueva religión. Por eso llamaban el camino a la nueva realidad que estaba tomando cuerpo en las comunidades cristianas. Lo primero para ellos no era vivir dentro de una institución religiosa, sino aprender a vivir como Jesús en este mundo.
La meditación de la palabra nos lleva a la contemplación de la vida personal y colectiva a través de esa triple personificación: el camino, la verdad, la vida. Nos invita a penetrar en el significado personal de esa afirmación evangélica. ¿Hasta que punto Cristo mismo es la medida de mi vida? ¿Hasta que punto ha penetrado en mis sentimientos, comportamientos y actitudes? Puedo agradecer el camino recorrido, la vida recibida, la verdad descubierta…
La llamada de Jesús nos sitúa frente a una encrucijada. Cristiano es la persona que va descubriendo en Jesús el camino más acertado para vivir, la verdad más segura para orientarse en la vida. De poco nos sirve decirnos miembros de tal grupo o de tal otro. La opción que hemos de hacer es otra: o nos organizamos la vida a nuestra manera o aprendemos a vivir como Jesús. Tenemos que elegir entre indiferencia por los que sufren o compasión bajo todas sus formas; entre bienestar sólo para mí y los míos o un mundo más humano para todos; entre intolerancia y exclusión contra quienes son diferentes o actitud abierta y acogedora con todos; entre olvido de Dios o comunicación confiada con el Padre de todos.
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