Tenéis que nacer de nuevo
(Juan 3,1-8)
Las palabras de Cristo a Nicodemo, que tal vez en más de una ocasión nos han podido parecer un tanto enigmáticas, reciben una claridad definitiva a la luz de la Resurrección. Los cuatro evangelios han sido escritos desde esta misma luz y así es como los debemos entender nosotros también. El nuevo nacimiento del que hablaba Cristo a Nicodemo es la Resurrección. Para nosotros no es ya un mero anuncio sino una realidad, la realidad de la entrada de Cristo en la Vida definitiva del reino de Dios.
Esto era y sigue siendo imposible para la debilidad de nuestra existencia biológica. Sólo el Espíritu de Dios, el Espíritu que planeaba sobre las aguas al comienzo de la creación y por el que todo ha llegado a la existencia, sólo el Espíritu de Dios es capaz de llevar a cabo en nosotros este segundo nacimiento. También nosotros hemos nacido del Espíritu: en el Bautismo hemos recibido esta nueva vida que tiene que desarrollarse desde ahora.
La comunidades cristianas, especialmente las pequeñas, tratan de nacer de nuevo, como la comunidad apostólica, a golpe de Espíritu, intentando de nacer en ese Espíritu, que sopla dónde quiere y cómo quiere. Que es el que da la verdadera libertad. Que actúa como don para percibir como tarea la presencia del Reino que hay que construir. Si el Espíritu guía y conduce la historia, otro mundo es posible. La comunidad cristiana llama a este mundo Reino de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario