El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra
(Juan 8,1-11)
Cuidado con lanzar acusaciones, tanto si son falsas como si son verdaderas. No porque dejemos al descubierto nuestros propios agujeros, fallos, errores; más bien porque así nos lo enseña Jesús que no condena ni acusa a nadie. Ni a la mujer ni a los otros que viene preparados y dispuestos a hacer que las piedras realicen sobre el cuerpo de la mujer el trabajo de la justicia y restablezcan el orden.
A la mujer le dice que se vaya en paz y que no peque más. A ellos les invita sólo a mirar sus propios cuartos trasteros y a tomar conciencia de que tienen ellos mismos mucho que limpiar. Y, ¿que nos dice esto a nosotros? Dos cosas: primer, que la misericordia se ríe del juicio (Santiago 2, 13) y aunque sea solo por interés, para que también a nosotros nos den una segunda oportunidad cuando nos toque (que serán muchas), nos conviene ser muy misericordiosos y dar siempre una oportunidad a nuestros hermanos y hermanas; y segundo, no estamos para acusar a nadie sino para celebrar juntos la alegría del perdón, para escuchar juntos, todos, la voz de Jesús que nos dice: Vete en paz y no peques más.
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