Parroquia La Milagrosa (Ávila)

martes, 24 de marzo de 2015

Motivación de la Semana Santa (2015)


Estamos llamados a testimoniar una gran fidelidad en estos momentos delicados y duros, no exentos de tensiones y de pruebas, pero llenos, también, de grandes posibilidades. Todo ello es necesario, si queremos reproducir con audacia y creatividad el carisma vicenciano. Sólo reencontrando el primer amor seremos fuertes y audaces, pues sólo ese amor puede infundir valor y osadía, en tiempos como los nuestros.

He ahí, entonces, la llamada más urgente que a todos los vicencianos nos viene del Evangelio y de nuestra condición de discípulos y misioneros: una profunda conversión del corazón y una vuelta constante hacia el Señor. No podemos olvidar que es Dios el que hace fecundo y fértil el terreno de la misión evangelizadora. Es Él, y sólo Él, quien hace crecer la semilla (cf. Mc 4, 27). Caridad-misión es, ante todo, obra de la fuerza de lo alto.

“Acuérdese, padre, de que vivimos en Jesucristo por la muerte en Jesucristo, y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo”. Estas palabras de una carta de Vicente de Paúl al P. Portail, nos ponen en la pista de esta actitud vicenciana. Porque está meridianamente claro que el espíritu vicenciano tiene a Cristo como principio, como camino y como meta.

En definitiva, si Cristo no impregna todo nuestro ser humano, cristiano y vicenciano, todo lo que hagamos y vivamos no tendrá ningún fundamento ni sentido. No podemos proyectar nuestra vida desde otras instancias, por piadosas que parezcan, sino desde Cristo. Y es necesario subrayar que el Cristo al que aman y siguen san Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, y que nos dejan como legado y urgencia, es el Cristo que evangeliza y sirve a los Pobres. Ellos se fiaron absolutamente de este Jesucristo con una confianza que no se dejan disuadir por nada ni por nadie.

Todos los vicencianos estamos llamados a acoger el compromiso de nacer de nuevo (Cf Jn 3, 3) para acoger, personal e institucionalmente, el Evangelio de Jesús, el mismo que acogió y abrazó Vicente de Paúl como estilo y forma de vida, sin ceder a la constante tentación de domesticar sus exigencias más radicales para adaptarlas a un cómodo estilo de vivir.




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