Cristo asciende victorioso del abismo
El Sábado Santo es día de luto y de esperanza. ¿Cómo alegrarse al día siguiente de tan trágica e injusta muerte? María continúa embargada por el dolor de las escenas que sus ojos tuvieron que soportar. Los discípulos siguen aterrorizados: ¡SU Maestro ha sido condenado y ejecutado a instigación de los jefes del Pueblo de Dios! ¿Qué les aguarda a ellos? No es momento de echar las campanas al vuelo. En la vida de los hombres hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír. ¡Y hoy ciertamente no es todavía tiempo para reír!
Pero el Hijo de Dios ya ha traspasado los límites de la existencia humana y de la Historia. Cuando yo sea elevado de tierra, atraeré a todos a mí. Su elevación en la cruz fue al mismo tiempo la dolorosa derrota del hombre desvalido y la victoria total sobre el mal y sobre la muerte. Dios no podía abandonar a su Hijo a la corrupción. Y el Padre hizo que la cruz se transformara en un trono de gloria. El Oficio litúrgico de esta noche nos hará pasar suavemente de la tristeza del Gólgota a la luz de la Resurrección.
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