Parroquia La Milagrosa (Ávila)

jueves, 23 de abril de 2015

Solo lo que se da se gana (Domingo 4º de Pascua)


Yo doy mi vida por las ovejas
(Juan 10,11-18)

El evangelista Juan presenta a Jesús como «buen pastor», o por dar una traducción más adecuada, como «modelo de pastor». El pastor modelo se define porque da su vida en función de las ovejas. Quien no ama a las ovejas hasta ese extremo no es buen pastor. El pastor aparece en el evangelio de hoy por oposición al asalariado o mercenario que apacienta a las ovejas por dinero; el asalariado cuando viene el peligro (lobo) deja que mueran las ovejas.

La relación del pastor-Jesús con las ovejas-pueblo es una relación personal y recíproca de conocimiento profundo e íntimo. Conocer a Jesús significa experimentar su amor e identificarse con su persona y actividad. Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu, creadora de unidad.

Jesús al entregarse a sí mismo hace suyo el dinamismo de amor del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo, adquiriendo la plenitud del propio ser. La demostración continua de amor del Padre se realiza en la presencia y actividad incesante del Espíritu en Jesús y se manifiesta en su obrar.

Como Jesús, quien se da a sí mismo por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como premio a ese sacrificio, sino con la certeza de poder tomarla de nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida sin límite, pues el amor es fuerza de vida. Dar la vida significa creer hasta el fin en la verdad y potencia del amor.

Jesús afirma su absoluta libertad en su entrega. Nadie puede quitarle la vida, él la da por propia iniciativa. Indica así que, aunque sean las circunstancias históricas las que van a llevarlo a la muerte, eso puede suceder porque él ha hecho su opción de llegar hasta el fin.

El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad; como Hijo, Jesús dispone de sus actos. La relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo; formula el designio común del Padre y Jesús, que nace de su comunión en el Espíritu. El término mandamiento esta usado en oposición a los muchos que recibió Moisés; Jesús tiene uno solo, el del amor, el mismo que será propuesto a la humanidad. 

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