Dios no da el Espíritu con medida
(Juan 3, 31-36)
Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, fue la respuesta que Pedro y los demás apóstoles dieron al sumo sacerdote. Esta respuesta suena, en principio, muy pretenciosa e incluso peligrosa: pretender, ante las autoridades religiosas, que Dios mismo nos ha revelado directamente su voluntad. Y, sin embargo, lo que los apóstoles respondieron era la pura realidad. Porque ellos tuvieron la ocasión de escuchar al Hijo mismo de Dios revelándoles su voluntad.
Pues bien, eso que el Hijo de Dios reveló a los apóstoles de lo que había visto y oído, como dijo Jesús a Nicodemo, hoy está a nuestra disposición en los cuatro evangelios. Cada uno de nosotros podemos también, cuantas veces queramos, acercarnos a escuchar lo que Dios nos dice y el Espíritu Santo nos explica en el silencio de la oración. Porque -lo dice de nuevo Jesús- Dios no da el Espíritu con medida: lo ha dado a los apóstoles y nos lo ha dado a todos y cada uno de los que hemos sido bautizados en el nombre de Jesús. Al Espíritu del Padre y del Hijo es a quien debemos escuchar y obedecer.
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