Parroquia La Milagrosa (Ávila)

lunes, 13 de abril de 2015

Miedo a nacer (Resurrección)


La resurrección de Jesús: acontecimiento y promesa [6/8]

Habiéndolo dejado todo por Cristo, Pablo llega a valorar positivamente la muerte, en la medida en que le permite alcanzarlo defi­nitivamente: «Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia» (Flp 1,21). Su mira­da y sus deseos están centrados en Cristo: El es la meta de su carrera y el premio que compensa con creces todos los trabajos y pe­nalidades de esta vida (cf. Flp 3,8-14).

Aun compartiendo la fe del Apóstol, nuestra actitud ante la muerte suele ser muy distinta. Cuesta dejar a las personas queri­das, los hábitos y espacios que nos son fami­liares, las obras en que hemos volcado nues­tras mejores energías. La perspectiva de mo­rir se nos presenta como un violento desarraigo, como un profundo desgarro, co­mo una amenaza. Y aunque hayamos apren­dido a no mirar la muerte como enemigo, no podemos dejar de considerarla un intruso, una visita inoportuna y molesta.


Si comprendemos la resurrección como un nuevo nacimiento, nuestra vivencia de la muerte sería parangonable a la que, de manera inconsciente, puede vivir un niño en el momento de su alumbramiento. La expulsión violenta del seno materno es el precio necesario para que el niño pueda de­sarrollar todas sus posibilidades vitales. Entre otras cosas, sólo asi podrá conocer a su madre...

También nuestro ser hijos de Dios se ha­lla como en período de gestación. Sumergi­dos en la muerte de Cristo por el bautismo, hemos recibido el Espíritu del Hijo, que nos hace vivir una vida nueva. Pero esta vida es­tá todavía oculta con Cristo en Dios (Col 3,3). «Ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos seme­jantes a él, porque le veremos tal cual es» (Un 3,2). Impulsados por el Espíritu pode­mos ya balbucear: «¡Abbá, Padre!»; pero nuestra relación filial se mueve a tientas; ca­minamos en la fe y no en la visión. «Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido» (1 Cor 13,12).

Ver a Dios cara a cara, conocerle como El nos conoce... expresan en el lenguaje bíblico la profunda intercomunión personal con el Padre y el Mijo que constituye el contenido central de la vida eterna (cf. Jn 17,3).

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