BILBAO (VIZCAYA).
ECLESALIA, 11/12/15.- El Papa ha inaugurado un año jubilar muy especial: júbilo y virtud compasiva de la misericordia que perdona y facilita la reconciliación. Dos razones muy cristianas que debieran estar más presentes en quienes nos decimos cristianos, y no ser excepcionales sino lo natural en el seguidor de Cristo. Alegría por la experiencia de que Dios nos ama y misericordia como conducta liberadora que nace de dicha experiencia porque lo prioritario para Jesús no puede ser vivido como un mensaje secundario y al mismo tiempo sentirnos buenos cristianos.
Ser misericordiosos y compasivos es la vocación a la que todos hemos sido llamados, incluso los que no han experimentado todavía el regalo de la fe o la han perdido. Es el camino para lograr una convivencia llevadera; de lo contrario, viviremos mucho tiempo como en una selva. Las Bienaventuranzas van en esta dirección, para que el amor de Dios en nosotros se transforme en el motor de la historia.
Cristo propone caminos de audacia sin asideros ni seguridades mundanas ni dogmáticas (que para eso están las virtudes cardinales) al tiempo que nos pide que nos transformemos en odres nuevos sin esquemas rígidos, por muy consolidados que estén; aunque sean religiosos, si estos impiden que actuemos como lo hizo Jesús. Pero la compasión y la misericordia no están de moda en la sociedad occidental, tan influenciada por Nietzsche, el filósofo que asemejaba compasión con debilidad mientras la enfrentaba con el superhombre. (“Alabado sea lo que endurece”).
Necesitamos recuperar la imagen del Dios todo Él misericordia y compasión, gratuidad y regalo constantes. No son pocos los que dicen ser seguidores suyos aunque muestran una imagen de Dios sombría y justiciera, moldeada a imagen de nuestra cultura religiosa occidental y que produce muchos alejamientos entre gentes que buscan al verdadero Padre. El Reino de Dios y su justicia empiezan aquí y somos sus manos para implantarlo con su gracia pero en libertad; por eso necesita de nuestra fe y de nuestras obras. Sin estos mimbres, todo el castillo de la religión, la teología y la ortodoxia no sirven para la Buena Noticia universal. Solamente con el ejemplo y la coherencia renacerán las fuerzas para la esperanza y la alegría en tantos millones de alejados a pesar de las cruces de la vida y de los fallos humanos.
La misericordia es para los audaces como Francisco, que revolucionan la existencia con conductas maduras de amor profético que llegan a lugares impensables solo con la ortodoxia, en lugar de con amenazas y retóricas de poder más propios de los príncipes de la Iglesia que tanto se incomodan ellos cuando el profeta Francisco desempolva el verdadero evangelio en pleno Adviento. Aleluya.
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