Parroquia La Milagrosa (Ávila)

martes, 8 de diciembre de 2015

Si no ardemos de amor habrá muchos que moriran de frio (Martes, II Adviento) María Inmaculada


Génesis 3,9-15.20
Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya.
Salmo: 97,1-4
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Efesios 1,3-6.11-12
Él nos ha destinado en la persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos.
Lucas 1,26-38
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres

El hijo de Dios murió, como todo mortal, para que nosotros, mortales por naturaleza, podamos entrar en su muerte y resucitar con Él. Ésta fue la Pascua del Hijo de Dios. Así nos salvó. Y, por eso, la Resurrección es el corazón mismo de nuestra fe. Pues bien, en esta fiesta celebramos el comienzo de nuestra salvación. El Hijo eterno de Dios, en un momento determinado de la Historia, asume nuestra condición humana para que nosotros, como hermanos suyos, podamos asumir su condición divina.

Desde aquel acontecimiento único, que tuvo lugar con la colaboración de una humilde mujer que se declaro sierva de la Palabra porque confió en Dios, el destino de la humanidad está indisolublemente unido al de Dios. Desde entonces y para toda la eternidad, nuestra humanidad es inseparable del ser mismo de Dios. Éste es el matrimonio irrompible que Dios ha contraído con nosotros, con nuestra pobre humanidad. Aquí está el fundamento de nuestra esperanza en el porvenir de nosotros mismo y de todos y casa uno de los seres humanos. Por ello, una vez más, damos gracias a Dios, hoy de una manera especial por medio de María.

Hoy empieza el año de la Misericordia. Buen momento para asumir nuestra responsabilidad, la que surge de sentirnos amados por Dios, salvados por su Hijo, reservados para cumplir el querer del Padre y, con la fuerza del Espíritu, declararnos esclavos por amor de la Palabra. No se trata de pensar en lo que tienen que hacer los demás para vivir este año la misericordia de Dios sino de ver que es lo que puedo hacer yo para en mis palabras y obras testimoniar la misericordia de Dios para con su pueblo.

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