Cantar 2,8-14
¡La voz de mi Amado! Mirad: ya viene.
Salmo: 32,2-3.11-12.20-21
Aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo.
Evangelio: Lucas 1,39-45
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
María había respondido al anuncio del ángel: He aquí la esclava del Señor. Y hoy vemos a la esclava del Señor yendo de prisa a ponerse al servicio de su prima Isabel. Servir a Dios y servir al prójimo son una misma cosa. Treinta años más tarde el Hijo de Dios e Hijo de María repetiría una y otra vez esta misma lección, de palabra con hermosas parábolas, y sobre todo con obras, poniéndose incluso a lavar los pies de sus discípulos, que era un servicio que sólo se podía exigir de un esclavo. Jesús mostraría su amor al Padre haciéndose esclavo de sus hermanos. Y María igualmente demuestra que es la esclava del Señor poniéndose al servicio de su prima, de la persona que en aquel momento necesitaba sus servicios.
Dichosa tú que has creído, le dice Isabel. Sin duda, la dicha se trasparentaba en el rostro de María. Una dicha que brotaba de dos fuentes: de su fe en la Palabra de Dios y del servicio mismo que estaba prestando. Porque la dicha se multiplica al compartirla en espíritu de servicio, muy lejos del egoísmo que nos lleva a encerramos en nuestra propia soledad.
Las visitas de Dios son don y tarea. Desde la gratuidad, somos queridos y elegidos para una misión. Esa misión nos pone en camino hacia los demás. Y en ese camino, recibimos nuevos dones como María. Caminos de ida y de vuelta, que también tú puedes concretar en tu vida. ¿A quién puedes visitar en estos días? ¿Quién puede estar necesitando una visita? ¿Qué puedes recibir tú de las visitas de los demás?
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