Ganar la esperanza para este tiempo. Así comenzó la reflexión del retiro que programa la Familia Vicenciana con presencia en nuestra parroquia.
A pesar de que el tiempo no acompañaba, el día 16 de diciembre por la tarde, un nutrido grupo nos juntamos para reflexionar, orar y celebrar la Eucaristía con el objetivo de prepararnos para el acontecimiento de la natividad de nuestro Salvador.
Juntos nos planteamos que, en un mundo crisis económica y de valores, la esperanza no es lo último que se pierde si no lo primero que se gana porque si no estamos perdidos.
El Adviento, nos recuerda cada año que tenemos que cambiar, recuperar los horizontes utópicos, alimentar el alma y llenar nuestras entrañas de comprensión hacia los demás, hermanas y hermanos nuestros, para construir un nuevo mundo a fuerza de ganar la esperanza desde el signo de un Dios que se hace hombre, niño y frágil, para salvarnos.
El horizonte utópico que propone Jesús empieza en un proyecto descabellado (Mt 5) y un final imprevisto (Mt 25).
En el evangelio proclamado en la eucaristía (Mt 21, 28-32) reconocimos las tres actitudes de fe que necesitamos cultivar para seguir construyendo el Reino:
- La corrección de las conductas. Para Jesús la rectitud de corazón no se identifica, sin más, con las palabras que se pronuncian. No se reduce sin más a una declaración formal y externa que nada tenga que ver con las decisiones y con las conductas personales y cotidianas. Para Él lo decisivo es cumplir –¡hacer, no solo pensar!- la voluntad de Dios, independientemente de que las palabras coincidan o no con ellas, que es más secundario.
- La corrección de las intenciones. Obviamente, las solas conductas tampoco justifican y “canonizan” a nadie. Se puede “hacer mal el bien”, como es el caso del hipócrita, del embaucador o del exhibicionista. No basta solo con “hacer el bien”, también hay que “ser buenos” de corazón e intención. O al menos intentarlo.
- La corrección de las miradas. Jesús observa a los demás desde otros ángulos distintos al mero reconocimiento social. Desde la perspectiva de cumplimiento de la voluntad de Dios puede suceder que los criterios de valoración de Dios (que ve en lo escondido) se distancie mucho de nuestras percepciones (que a menudo solo ven la superficie). Hemos de aprender a mirar bien. Necesitamos, pues, ojos bien orientados, comprensivos y empáticos, para ver como Dios ve.
Estas tres “conversiones” sintonizan con el espíritu del adviento. Por una parte nos interpelan llevándonos a reconocer nuestra actitud verdadera ante Dios. Por otra, nos predisponen y adiestran para avanzar en el camino del Reino de Dios, que es siempre el camino de la verdadera justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario