No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos de él
(Juan 15, 18-21)
No sois del mundo, les dice Jesús a sus amigos. No lo son porque Jesús tampoco lo es. Porque Jesús los ha sacado del mundo llamándolos a vivir con Él y como Él. Sin embargo los discípulos no consiguieron a la primera abandonar los objetivos y los métodos del mundo: todavía siguieron soñando durante algún tiempo con alcanzar el poder y los privilegios del poder a la sombra del Mesías. Pero la palabra del Señor los fue apartando progresivamente del mundo. Y, finalmente, cuando el Señor les envió el Espíritu Santo, comprendieron que la vocación a la que habían sido llamados no tenía nada que ver con el mundo: ni con sus objetivos ni con sus métodos.
El evangelio de hoy nos invita a comprender que ese camino del mundo no es el nuestro. La mundanidad –como nos dice tantas veces el papa Francisco– es un peligro en el que el seguidor de Jesús nunca ha de caer, aunque a veces este “no ser del mundo” y “ser de Dios”, nos traiga cierta dosis de rechazo social, incluso cierto distanciamiento de los nuestros.
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