Permaneced en mi amor
(Juan 15, 9-11)
Para Jesús, tres realidades son inseparables: los mandamientos, el amor y la alegría. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor. Jesús dice esto desde su propia experiencia. Él también guardó los mandamientos de su Padre y así permaneció en su amor. El Padre quería que Jesús nos acompañara en todo momento, incluso en la muerte, y Jesús, porque amaba al Padre y nos amaba a nosotros, obedeció, muriendo con nosotros y como nosotros. Y en este amor encontró la fuente segura de su libertad, señorío y alegría: llenándose cada día del amor del Padre y poniéndose al servicio de las personas que se acercaban a Él.
Permanecer en ese amor requiere por nuestra parte estar alerta, no desviarnos, mantener la tensión. No es fácil. Mil fuerzas y tentaciones nos pueden alejar de permanecer en ese amor. Una ayuda para estar alerta puede ser que tomemos el pulso de nuestra alegría. Todo esto nos lo ha contado Jesús para que su alegría esté en nosotros. Si nos falta ese sabor de la alegría del Evangelio, quizá es que nos hemos desviado de su amor. La alegría es, sin lugar a dudas, un signo claro de una relación profunda con Dios.
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