Con este signo Jesús nos marca el
estilo de vida que desea para sus seguidores: de sencillez, de búsqueda
persistente y de constancia que nos da el Espíritu.
Día de palmas y de lágrimas: Nos
presenta la liturgia de hoy, como pórtico de la Semana Santa, una síntesis,
estos fuertes contrastes interiores y exteriores que abaten a la persona de
Jesús: amor apasionado por su persona y odio recalcitrante que acaba
ejecutándole. Podemos actualizar las fuertes tensiones que agitan la humanidad:
Norte-Sur, opulencia y miseria, dominio
esclavitud. Los hombres, como Adán, queremos ser dioses y el Hijo de
Dios se despoja de su divinidad, y asume conscientemente el riesgo de ser
hombre entre los hombres. La utopía liberadora de Jesús y la contra-utopía de
los opresores. ”Cuando un hombre se vacía de si mismo Dios lo llena, porque
Dios no puede soportar el vacío” (San Vicente) ¡Jerusalén, Jerusalén, si tu
comprendieras dónde está tu salvación y quién viene a ti!. ¡Cuántas veces he
querido cobijarte como cobija una gallina a sus polluelos!
La celebración de este día, exige de
nosotros coherencia y perseverancia. Que nuestro grito de júbilo de hoy, no se
convierta en el “crucifíquenlo” del viernes. Que nuestros ramos de entusiasmo
por seguir a Jesús, no se nos marchiten en las manos y se conviertan en ramas
secas.
“Me amó y se entrego por mi”. “Yo
entrego mi vida por amor, para dar fruto, nadie me la quita”. El Siervo de Yavé
es elegido, enviado, sostenido, es el go´el de la humanidad y responde entregando su vida, para sellar una Alianza
Nueva: oído abierto, espaldas anchas, espíritu pronto y entregado para hacer la
voluntad del Padre.
La comunidad cristiana nos disponemos a
celebrar el centro del Misterio Cristiano: La entrega de Jesús hasta la muerte
por amor y la respuesta del Padre resucitándolo. Somos conscientes de que lo
importante de la liturgia católica es la actualización en nuestras vidas de los
que celebramos, por eso podemos decir en verdad con el refrán: dime como
celebras y te diré que comunidad eres.
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