No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
(Lucas 5, 27-32)
Jesús, compartiendo mesa y conversación con el publicano Leví y con otros muchos recaudadores de impuestos, es decir, con un grupo de pecadores públicos, anunciaba ya el banquete eucarístico que los cristianos celebramos con el Señor resucitado. En este tiempo de Cuaresma nos fijamos especialmente en que los compañeros de mesa de Jesús, los de entonces y los de ahora, somos pecadores, somos enfermos que necesitamos médico.
Por eso, siempre empezamos la Eucaristía con el rito penitencial, reconociéndonos pecadores, aunque invitados a su mesa y manifestando nuestro deseo de ser curados por Jesús, el Médico de nuestras almas. Y, a continuación, escuchamos atentamente el tratamiento que nos prescribe. Su Palabra, que nunca faltó en los banquetes en los que tomó parte Jesús en su vida mortal, como tampoco en nuestras Eucaristías, nos indicará cada día lo que hemos de hacer para curamos de nuestros males.
Y nosotros, que hemos experimentado el perdón, el amor y la misericordia de Dios, ¿que vamos a hacer? ¿cómo lo vamos a compartir? La clave para responder está en la lectura de profeta Isaías proclamada en este día: Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. Nuestra salud (luz) está en el Maestro, pero no cuando solamente lo contemplamos a Él, sino cuando ponemos todo de nuestra parte para ser médicos, quizás humildes ATS de la misericordia.
Y nosotros, que hemos experimentado el perdón, el amor y la misericordia de Dios, ¿que vamos a hacer? ¿cómo lo vamos a compartir? La clave para responder está en la lectura de profeta Isaías proclamada en este día: Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. Nuestra salud (luz) está en el Maestro, pero no cuando solamente lo contemplamos a Él, sino cuando ponemos todo de nuestra parte para ser médicos, quizás humildes ATS de la misericordia.
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