Parroquia La Milagrosa (Ávila)

viernes, 29 de enero de 2016

Otro mundo es posible si empezamos a construirlo "hoy" (Domingo 4ª TO)



Lo que importa es la honradez, y la bondad, no la religión a la que perteneces 

(Papa Francisco)


Lc 4, 21-30
Levantándose, lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron a un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, con la intención de despeñarlo.


Si recordamos el Evangelio del domingo pasado, y lo unimos al de hoy, vemos que Jesús entró un sábado en la sinagoga, y después de leer al profeta Isaías (“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido”) y añadir “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”, algunos paisanos de Nazaret terminan boquiabiertos ante la sabiduría de Jesús. Otros no pueden creer lo que oyen. ¡Jesús se presenta como profeta! 

Si salimos a la calle y preguntamos a la gente qué es un profeta, tendremos una larga lista de definiciones: Alguien que adivina el futuro, alguien que tiene poderes maravillosos, alguien que viene de parte de Dios. Pero, ¿qué es realmente un profeta? Es un hombre que vive en el presente, pero que ve la realidad desde otros ojos: los de Dios. El profeta se siente instrumento de Dios, portador de su mensaje a todos. No se deja manejar, y a veces le toca denunciar -cosa bastante incómoda- y sufrir por ello persecución. 

Jesús encaja perfectamente en esa definición. Pero se presenta como tal, para colmo, en su mismo pueblo; en Nazaret. Y ser profeta en el mismo pueblo donde te has criado, es cosa bastante difícil, incluso para el Señor. De ahí sus palabras: “Sin duda me recitaréis aquel refrán: -Médico, cúrate a ti mismo-: haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm . Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra”. 

Todos nosotros, también, hemos recibido el Espíritu que impulsó a Jesús y a todos los profetas a llevar esa buena noticia de Dios a las gentes. Jesús la llevó en su misma persona. ¿Y nosotros? ¿Somos portadores del Evangelio, con nuestra vida y palabras, aunque nos miren mal? ¿O somos profetas acobardados? 

En nuestro bautismo, Dios Padre nos ungió con el Espíritu Santo, y nos unió a Cristo sacerdote, profeta y rey. ¡Somos profetas! Ejerzamos con sencillez, y también con valentía y sin complejos ese hermoso encargo que Dios puso en nuestras manos. Anunciemos la Buena Noticia del Reino.

Aunque no vendamos sueños se le parece, porque un profeta regala esperanza, horizontes a los que poder mirar para seguir soñando que otro mundo es posible si empezamos a construirlo "hoy". Jesús lo tenía claro, muy claro. La profecía de Isaías se cumplía "hoy", en el momento en que él tomó la decisión de cambiar las cosas. La profecía puede cumplirse "hoy", pero no va a ser esperando a que la mande Dios del cielo, sino en la decisión personal y comunitaria de construir reino, cada uno (conversión) primero, seguido de todos juntos (misión) después.



“Les voy a vender algo que no van a conseguir en ningún lado. Les voy a vender un sueño… Esto no tiene valor monetario. Sólo tienen que pensar durante 10 segundos lo que más anhelan en sus vidas. Hablo de esos sueños que se desean con el alma, con el corazón”


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