Parroquia La Milagrosa (Ávila)

domingo, 29 de marzo de 2015

Luto y esperanza (Sábado Santo)


Cristo asciende victorioso del abismo

El Sábado Santo es día de luto y de esperanza. ¿Cómo alegrarse al día siguiente de tan trágica e injusta muerte? María continúa embargada por el dolor de las escenas que sus ojos tuvieron que soportar. Los discípulos siguen aterrorizados: ¡SU Maestro ha sido condenado y ejecutado a instigación de los jefes del Pueblo de Dios! ¿Qué les aguarda a ellos? No es momento de echar las campanas al vuelo. En la vida de los hombres hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír. ¡Y hoy ciertamente no es todavía tiempo para reír!

Pero el Hijo de Dios ya ha traspasado los límites de la existencia humana y de la Historia. Cuando yo sea elevado de tierra, atraeré a todos a mí. Su elevación en la cruz fue al mismo tiempo la dolorosa derrota del hombre desvalido y la victoria total sobre el mal y sobre la muerte. Dios no podía abandonar a su Hijo a la corrupción. Y el Padre hizo que la cruz se transformara en un trono de gloria. El Oficio litúrgico de esta noche nos hará pasar suavemente de la tristeza del Gólgota a la luz de la Resurrección.

Nada ha cambiado (Viernes Santo)


¡Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios!
(Juan 18, 1 -19, 42)

Aquí tenéis al hombre. Al hombre por excelencia. Y al hombre en toda su fragilidad. A pesar de su inocencia, nadie va a mover un dedo para salvado. ¡Ni Dios mismo! ¿Qué habría sucedido si doce legiones de ángeles hubieran bajado del cielo para librado? Se lo habría merecido. Pero ¿y todos los que son injustamente ejecutados, y los condenados a morir de hambre, y todos los que un día nos encontraremos en trance de muerte? ¿Significaría eso que todos los demás no nos lo habríamos merecido? ¿No habría significado que en este mundo cada cual se lleva su merecido? ¿Que los que triunfan es porque se lo merecen y los que mueren en la miseria también se lo han merecido? Entonces, con Jesús la historia no habría cambiado.

Pero no. Jesús asumió la suerte de todos los perdedores de este mundo (que, un día u otro, seremos todos). Entonces, ¿su muerte fue una derrota más de los pobres y los inocentes? De ninguna manera. Su muerte fue una victoria: murió amando y perdonando. Demostró que el amor es todopoderoso ante el mal. Dios se identificó con el crucificado. El centurión tenía razón: ¡Verdaderamente este hombre era hijo de Dios!

sábado, 28 de marzo de 2015

Amor hecho entrega (Jueves Santo)


Os he dado ejemplo
(Juan 13, 1-15)

La Cena del Señor es el primer capítulo de la Pasión, como lo subraya san Pablo en la Primera carta a los Corintios: El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, tomó pan... En la Eucaristía y en la Pasión tiene lugar una misma entrega: Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo. Va a morir en un suplicio reservado a los esclavos, a los no ciudadanos, a los excluidos de la protección de las leyes: Tomó la condición de esclavo y se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (Filipenses 2,7-8).

Los sentimientos de Jesús son una mezcla de exaltación por haber llegado al momento cumbre de su vida -¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta víctima pascual antes de mi pasión! (Lucas 22, 17)-, a ofrecernos la entrega de su persona a cada uno de nosotros en un memorial eterno; y, por otra parte, de miedo ante los sufrimientos que le aguardan.

Mientras tanto, los Apóstoles siguen enzarzados por culpa de su continua ambición: Surgió una disputa entre ellos sobre quién de ellos era el más importante (Lucas 22, 24-28). No acababan de comprender. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. ¿Lo comprenderemos nosotros?

Cuestión de criterios (Miércoles Santo)


¡Ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!
(Mateo 26, 14-25)

¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Estas palabras nos resultan increíbles, intolerables, en boca de un discípulo, escogido personalmente por Jesús. Pero, además de nuestra indignación por ellas, lo importante, para nosotros, es comprender cómo se puede llegar a semejante traición. Todo empezó, sin duda, por una gran desilusión en el corazón de Judas, por una pérdida de fe en la táctica de Jesús (llamémosla así). Judas creía que el dinero y el poder eran el camino para alcanzar el gran cambio, para la gran liberación que esperaba el Pueblo de Dios. Judas dejó de creer en el Jesús pobre y alejado de los poderosos de este mundo. Ésa fue la raíz más profunda de la traición de Judas: su falta de fe en el estilo de Jesús, en su programa.

A veces, nosotros también quisiéramos al mismo tiempo ser discípulos de Jesús y seguir utilizando nuestros propios criterios de vida, bastante alejados de los de Jesús. Hoy le pediremos al Señor una fidelidad total a su persona, a su estilo de vida y a su Palabra.

viernes, 27 de marzo de 2015

Se traiciona lo que se ama (Martes Santo)


Uno de vosotros me va a entregar...
(Juan 13, 21-33.36-38)

Lo que más me impresiona del relato es comprobar que la traición se fragua en el círculo de los íntimos, de aquellos que han tenido acceso al corazón del Maestro. Jesús no sólo sufrió golpes, latigazos y crucifixión. Probablemente, sufrió más aún por la traición y el abandono de sus discípulos. Para Él, eran verdaderos amigos, como los llamó en cierta ocasión. A pesar de ello, uno de vosotros me va a entregar. A Jesús se le tuvo que partir el alma cuando les hizo esta confidencia, que, al mismo tiempo, era un aviso a Judas, con la esperanza de que diera marcha atrás. Pero la ambición tuvo más fuerza en el corazón de Judas que su amistad por Jesús.

El caso de Pedro no sería, para el Señor, menos doloroso que el de Judas. Era su discípulo más entusiasta, el primero que lo confesó como Mesías y el que había hecho tantas declaraciones de fidelidad hasta la muerte. Él también lo va a abandonar. Y Jesús, más que en sí mismo, piensa en sus discípulos: sabe que no lo abandonan por falta de amor ni por falta de fe, sino por pura debilidad. No puedes acompañarme ahora, me acompañarás más tarde. Aunque Pedro niegue a su Maestro, Jesús estará siempre a su lado para que un día sea capaz de confesado abiertamente ante el mundo entero. 

Soy como dos (Lunes Santo)


iDéjala! Tenía guardado este perfume para el día de mi sepultura
(Juan 12,1-11)

El Viernes Santo enterrarán a Jesús deprisa y corriendo, sin tiempo para ofrecer a su cuerpo maltratado el homenaje de los ungüentos tradicionales. La escena que hoy nos cuenta san Juan viene a suplir el homenaje que no podrán ofrecer a Jesús quienes más le querían. También es una cena en la que se ponen de relieve las dos actitudes básicas ante Jesús que van a estar presentes en el drama de su proceso y de su muerte: la cercanía del amor y la distancia del que no es capaz de aceptar el querer misterioso del Padre.

En vísperas de la muerte de Jesús, se dan dos reacciones muy diferentes entre los discípulos. Judas, responsable de las pequeñas economías de la comunidad, reacciona como un simple contable, desde sus cálculos económicos. María, en cambio, guiada por su intuición femenina y porque ve el peligro inminente en que se encuentra el Señor, reacciona con la generosidad propia de un corazón compasivo. A mí no siempre me tendréis, contesta Jesús dando la razón a María. Jesús, como todos nosotros, es un pobre mortal en vísperas de su hora decisiva. Y, como Jesús, muchos pobres, hermanos nuestros, mueren hoy en nuestro mundo prematuramente y sin las debidas atenciones. El Señor nos pide que tengamos, ante ellos también, un corazón compasivo, no un corazón insensible y atento únicamente a cálculos interesados. Y sabemos que en nosotros conviven estas dos actitudes.

jueves, 26 de marzo de 2015

En la cuerda floja (Domingo de Ramos-2015)


Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Marcos 14,1-15,47

Hay actitudes y conductas de Jesús que desconciertan. De todos modos, sin temor a equivocarnos, podríamos decir que éstas siempre tienen un propósito. En efecto, Jesús genera unas situaciones que no pueden verse ni como improvisadas, ni como inconscientes. Una de esas situaciones es la de hoy, su entrada en Jerusalén a la vista de todos (cuando sabe que lo quieren matar) y montado en un simple borrico.

¿Y cuál es el sentido del gesto entonces? Pues que quizá haya que replantearse qué relación tenemos con lo divino. O lo que es lo mismo, que quizá convenga revisar qué fe vivimos, cuál es nuestra actitud personal y comunitaria ante Dios y su Proyecto. En el fondo, esta entrada, con su estilo y su mensaje, como preámbulo de los acontecimientos pascuales, anticipa toda una redefinición acerca de la presencia y la acción de Dios entre los hombres. Pero claro, hacer tal revisión supone detenerse en lo que, en Jesús, es enfrentamiento radical con lo que no es de Dios.

Jesús ni es un imprudente, ni un temerario. Tampoco un ingenuo. Sin claudicar, afronta la vida en toda su crudeza, confiando solo en la fidelidad velada de Dios. Y así avanza… Y entra en la Ciudad Santa -metafórica y simbólicamente en la vida de relación con Dios y los hermanos- no en medio de una procesión fuera del tiempo y minuciosamente ordenada. Por el contrario, lo hace en medio de una manifestación confusa de ideas y de emociones, precisamente las que están en el origen de las adhesiones y desconfianzas que hoy lo aplauden, pero que en días pedirán su crucifixión. La Pascua Judía era la expresión acabada no sólo de un recuerdo, sino de las aspiraciones de cambio de todo un pueblo... Pero ¿qué cambio? ¿Bajo qué parámetros o principios? no eran cuestiones suficientemente claras.

Sin embargo, será aquí donde Jesús muestre la singularidad de su propuesta. El que viene en nombre del Señor trae un mensaje profético de cambio, de vida nueva y distinta... un cambio y una vida que algunos no quieren aceptar porque están demasiado seguros de la vida que llevan. Pero una transformación que otros sí aceptarán, quizás prematuramente, sin considerar que dichos cambio y vida tendrán que ser según el modo de ser y obrar de Dios… dialogante, pacifico y humilde. He aquí los principios del la propuesta del Mesías que entra, desde Dios, en nuestras existencias.

La entrada de Jesús en Jerusalén y en nuestras vidas es una invitación a abrirnos a su mensaje, a ser desde el diálogo, la paz y la humildad profetas de cambio, de vidas nuevas y distintas, pero a serlo auténticamente, generando gestos que seguramente también provocarán adhesiones y recelos... Como las acciones hondas y claras de Jesús,  las nuestras tendrían que superar la superficialidad que aún conservan, de hecho lo que hoy aplaudimos de Dios, quizá mañana pensemos que no vale la pena, es difícil o una ingenuidad. Nuestras acciones, nuestra entrada desde Dios, en la vida propia y en la de los hermanos, tendrían que desinstalar y desinstalarnos, sorprender y sorprendernos. En esto se funda la posibilidad -este es el preámbulo del que hablábamos- de la existencia nueva que en breve la Resurrección Pascual confirmará. 

Que el Señor con su entrada en nuestras vidas, nos de la gracia de superar nuestra fe sabida, conocida, ritualizada, sin sobresaltos, sin profetismo… SERGIO LÓPEZ


Vivir la Semana Santa - 20015


La liturgia nos hace repetir esta fiesta todas las semanas. Imbuirnos de este Misterio cada domingo. Hace años, una estancia en Taizé me ayudó a comprender esta parte de la liturgia. Cada semana, allí se revive la Semana Santa. Los jueves, especialmente eucarísticos; los viernes, adoración de la Cruz; los sábados, la Luz; los domingos, la Resurrección.  Son de esas cosas que sabías, pero que hasta que no vives, de una forma tan evidente, no interiorizas. Una especie de revelación.

Vivir la Semana Santa implica haber vivido una buena Cuaresma, la una sin la otra no tienen sentido y no se viven ni disfrutan de la misma forma. La alegría se puede experimentar cuando se ha vivido la tristeza; la abundancia, cuando hemos experimentado la privación; la luz, cuando hemos tenido oscuridades; la esperanza, cuando hemos sentido desesperación… 

En la sociedad en la que vivimos cada día se nos intenta proteger más de todas las segundas partes de las comparaciones que os he puesto, y sin esa tristeza, privación, oscuridad, desesperación… como humanos, no podemos vivir las primeras. Y digo “como humanos” porque en el Reino se nos darán la alegría, la abundancia, la luz, la esperanza… sin que tengamos que pasar por las otras. Pero aquí, en este mundo que nos toca vivir, somos incapaces de experimentar lo uno sin haber vivido lo otro. De ahí la necesidad de nuestros ciclos litúrgicos, de ahí la necesidad de la liturgia. Una liturgia que corre el peligro de carecer de sentido cuando la vaciamos de una parte de ella. 

De ahí también, la ayuda que diariamente, a modo de reflexión, ofreceremos para preparanos a vivir esta experiencia. El Evangelio es alegría, como nos ha recordado nuestro Santo Padre. Es la alegría de transformar nuestra sociedad, y la liturgia celebra esto. Tal vez, no lo sepamos transmitir, pero nuestra liturgia sin el Evangelio carece de sentido, es la expresión exteriorizada de una vivencia y sin la vivencia, no hay nada que celebrar.

Os invitamos desde este foro a celebrar esta Semana Santa desde la vivencia que hemos tenido de la Cuaresma. Y así, poder disfrutarla plenamente. 
fuente: dabar
¡Feliz alegre, luminosa, abundante y esperanzadora Pascua! 


Enlaces de las reflexiones de cada día*:

martes, 24 de marzo de 2015

Motivación de la Semana Santa (2015)


Estamos llamados a testimoniar una gran fidelidad en estos momentos delicados y duros, no exentos de tensiones y de pruebas, pero llenos, también, de grandes posibilidades. Todo ello es necesario, si queremos reproducir con audacia y creatividad el carisma vicenciano. Sólo reencontrando el primer amor seremos fuertes y audaces, pues sólo ese amor puede infundir valor y osadía, en tiempos como los nuestros.

He ahí, entonces, la llamada más urgente que a todos los vicencianos nos viene del Evangelio y de nuestra condición de discípulos y misioneros: una profunda conversión del corazón y una vuelta constante hacia el Señor. No podemos olvidar que es Dios el que hace fecundo y fértil el terreno de la misión evangelizadora. Es Él, y sólo Él, quien hace crecer la semilla (cf. Mc 4, 27). Caridad-misión es, ante todo, obra de la fuerza de lo alto.

“Acuérdese, padre, de que vivimos en Jesucristo por la muerte en Jesucristo, y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo”. Estas palabras de una carta de Vicente de Paúl al P. Portail, nos ponen en la pista de esta actitud vicenciana. Porque está meridianamente claro que el espíritu vicenciano tiene a Cristo como principio, como camino y como meta.

En definitiva, si Cristo no impregna todo nuestro ser humano, cristiano y vicenciano, todo lo que hagamos y vivamos no tendrá ningún fundamento ni sentido. No podemos proyectar nuestra vida desde otras instancias, por piadosas que parezcan, sino desde Cristo. Y es necesario subrayar que el Cristo al que aman y siguen san Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, y que nos dejan como legado y urgencia, es el Cristo que evangeliza y sirve a los Pobres. Ellos se fiaron absolutamente de este Jesucristo con una confianza que no se dejan disuadir por nada ni por nadie.

Todos los vicencianos estamos llamados a acoger el compromiso de nacer de nuevo (Cf Jn 3, 3) para acoger, personal e institucionalmente, el Evangelio de Jesús, el mismo que acogió y abrazó Vicente de Paúl como estilo y forma de vida, sin ceder a la constante tentación de domesticar sus exigencias más radicales para adaptarlas a un cómodo estilo de vivir.




Horarios de Semana Santa-2015



HORARIOS

Celebración Comunitaria de la Penitencia (26 de Marzo):
18.00 h.: En la Capilla del Santísimo y La Milagrosa
19:00 h.: Santa Misa, en la misma Capilla

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (29 de Marzo):
12:30 h.: Bendición de Ramos, Procesión y Eucaristía solemne
19:00 h.: Bendición de Ramos, Procesión breve y Eucaristía

Lunes, Martes y Miércoles Santo: Santa Misa a las 19:00 h.

Jueves Santo (2 de Abril):
18:00 h.: Eucaristía solemne de La Cena del Señor
19:00 h.: Visitas al Monumento, hasta las 20:30 h.
22:00 h.: Hora Santa, en la Capilla del Santísimo

Viernes Santo (3 de Abril):
10:00 h.: Visitas al Monumento, hasta las 12:00 h.
12:00 h.: Solemne Vía Crucis, en la iglesia mayor
13:00 h.: Visitas al Monumento, hasta las 15:30 h.
17:30 h.: Santos Oficios. Celebración de la pasión y
                muerte del Señor

Sábado Santo (4 de Abril):
(La iglesia permanecerá cerrada hasta la Vigilia Pascual)
23:00 h: Solemne Vigilia Pascual

Domingo de Resurrección (5 de Abril):
12:30 h.: Eucaristía solemne de Pascua de Resurrección
19:00 h.: Eucaristía en la Capilla del Santísimo

Solidarizarse hasta en la muerte (Sábado de la 5ª Semana)


Jesús debía morir para reunir a los hijos de Dios dispersos
(Juan 11, 45-56)

Os conviene que uno muera por el pueblo, dijo el sumo sacerdote a sus colegas del Sanedrín. Como muchas veces en el cuarto evangelio, esta frase tiene un doble sentido. El primer sentido es crudamente político: os interesa que este hombre desaparezca para poder seguir nosotros aliados en el poder con los romanos. Sin embargo, desde el punto de vista de Dios, las palabras de Caifás revelan nada menos que el designio de la Trinidad de salvar a la humanidad entera. 

Pero ¿por qué motivo Jesús tiene que morir por el pueblo? No se trata de hacer pagar al único inocente los crímenes de toda la humanidad. Se trata de que el Hijo de Dios quiere solidarizarse en su muerte con todos y cada uno de los miembros de la familia humana, incluidos los más maltratados, de manera que nadie pueda decir con verdad que Dios no se interesa por su suerte; y que todos puedan tomar parte en la resurrección del Hijo de Dios. Éste es el gran misterio de la Pascua que pronto vamos a celebrar y que nos revela no sólo el amor de Jesús sino el de la Trinidad entera.

Seréis dioses (Viernes de la 5ª Semana)




Yo os digo: sois dioses
(Juan 10, 31-42)

No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios. Al responder a esta acusación, Jesús no niega que sus palabras suenan a blasfemia. Dicho con otras palabras, Jesús no rebaja la Buena Noticia que está anunciando y que consiste principalmente en que Dios se ha hecho visible, se ha hecho presente en medio de nosotros y como uno de nosotros.

Más aún: a esa increíble Buena Noticia que suena a blasfemia, Jesús añade otra Buena Noticia, que también puede sonar a blasfemia: Jesús hace suyo el anuncio del Antiguo Testamento que llama dioses a los simples mortales. Efectivamente, éste es el objetivo último de la misión de Jesús: hacer de sus hermanos y hermanas en la humanidad verdaderos dioses, es decir, hacer que compartan su divinidad. Por eso llamamos a Jesús nuestro Salvador: no simplemente porque nos libra de la muerte sino, ante todo y sobre todo, porque nos abre la posibilidad de compartir con el Padre, con Él mismo y con el Espíritu su vida y su felicidad infinitas. Por eso, nunca dejamos de dar gracias a Dios, nuestro Salvador.

Apenas estamos comenzando (Jueves de la 5ª Semana)



Os aseguro que antes que naciera Abrahán, yo soy 
(Juan 8,51-59)

¿Por quién te tienes? Aunque formulada con muy poco respeto, esta pregunta de los enemigos de Jesús es una pregunta absolutamente lógica. Jesús acababa de hacer una promesa que Dios solo puede hacer: Quien guarde mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre. A unos seres mortales, Jesús les promete nada menos que la victoria definitiva sobre la muerte. Así pues, o Jesús era realmente Dios en carne humana o era un simple farsante. Pero esta segunda posibilidad estaba totalmente excluida para todos los que le conocían, para quienes habían admirado tantas veces su bondad, su humildad, su respeto a la verdad, su autenticidad -como diríamos hoy-.

Sólo quedaba la otra posibilidad: Realmente, este hombre era Hijo de Dios, como confesará pocos días después el centurión que llevó a cabo, con sus soldados, la crucifixión de Jesús. Y para que quede del todo claro, Jesús les hace esta última revelación: Antes de que naciera Abrahán, yo soy. Yo soy el que soy fue el nombre que Dios había revelado a Moisés en el Sinaí. Jesús es el Dios eterno, dueño de la vida. Aunque pronto le veremos acompañándonos a nosotros en la muerte.

lunes, 23 de marzo de 2015

Materiales para preparar la Semana Santa


Celebrar la Semana Santa es un acontecimiento vital para las comunidades cristianas. Con el fin de facilitar su preparación os presentamos dos documentos que os puede servir para ello.

Son materiales para reflexionar, orar y celebrar preparados, el primero por la Unidad Pastoral San Matías-Cristo Salvador (Madrid) y el segundo por la plataforma Somos vicencianos:

Para leer y descargar pinchar sobre el enlace.

Desde las entrañas (Miércoles de la 5ª Semana)


Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra
(Lucas 1, 26-38)

La fiesta que hoy celebramos me resulta especialmente entrañable, es decir, pertenece a la misma entraña de nuestra fe y de nosotros mismos. Fiesta de la Anunciación del Señor a María. Fiesta de la Encarnación, prefiero decir yo. Podríamos hacer un comentario desde la teología y desde la Biblia, pero hoy me voy a permitir comentarlo desde la entraña. ¿Qué celebro yo cuando celebro que Dios nos anuncia que va a hacerse uno de nosotros? Celebro:

  • Que nada humano está fuera de Dios porque Dios, amando, decidió asumirlo todo en sí mismo para salvarlo. Por eso, nada en nosotros ni en lo que nos rodea es tan terrible o despreciable que no pueda formar parte de Dios, y no esté habitado y animado por Él.
  • Que el mayor poder de nuestro Dios es ser Dios-con-nosotros y eso, lejos de empequeñecerle, le hace infinitamente grande y amable. Y así nos invita a nosotros también a ser-con-los-demás, sin que nada pueda resultarnos extraño ni ajeno. El Hijo ya lo conoce, lo ha vivido y va por delante de nosotros, esperándonos.
  • Que todavía queda alguien (¡al menos Dios!) que puestos a elegir, prefiere la pobreza, la debilidad, la simplicidad de vida y desde ahí, hace nuevas todas las cosas. Porque Cristo nos enriquece con su pobreza, que es la fuerza mayor que tenemos, para que nosotros enriquezcamos al mundo desde la pequeñez.
  • Que Cristo nos salva cuando tenemos coraje para decir aquí estoy para hacer tu voluntad, y no ofreciendo sacrificios, ofrendas o grandilocuentes gestos expiatorios. Debe ser que así quiere que nosotros colaboramos con el sueño de Dios que es construir su Reino.
  • Que merece la pena dejarse llenar de Dios, como María. Especialmente cuando nos sentimos estériles, vacíos, solos… porque ese vacío en sus manos se hace increíblemente fecundo, espacio habitado por su Hijo. Por eso, se puede desear ser como María y no querer ser una mujer sumisa y alejada del mundo. Más bien, al contrario, parecerse a María es ser una mujer consciente, que escucha la Palabra de Dios y tras dialogar con Él, pone toda la carne en el asador para hacerla vida y Vida con mayúscula.
  • Que la carne, lo corporal, lo humano, lo ambiguo, lo caduco, es el quicio de entrada por el que Dios se pasea desde el inicio de los tiempos para unirse a nosotros. Y por eso, también yo quiero vivir así, cada vez más humano, de carne y hueso...  una encarnación diminutiva... Y Tú, así, tangible, humano, fraterno... Carne soy y de carne te quiero. ¡Caridad que viniste a mi indigencia, qué bien sabes hablar en mi dialecto!... ¡Dulce locura de misericordia: los dos de carne y hueso!

domingo, 22 de marzo de 2015

Mirar como Dios (Martes de la 5ª Semana)


Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que soy yo
(Juan 8, 21-30)

¿Quién eres tú? Ésta es la pregunta que inevitablemente se hacen cuantos se acercan a Jesús: tanto los judíos que le espiaban y acosaban como nosotros, sus discípulos. Todos hemos sido testigos de su sabiduría incomparable, de su amor a toda clase de personas, incluidos sus enemigos, de su cercanía con Dios, a quien llama su Padre, y del trato íntimo que mantiene con Él. Manifiestamente, Jesús pertenece de otro mundo, pero lo que tiene es una mirada desde lo alto y los demás tienen los ojos puestos a ras de tierra y enfocados sólo un poco más allá de la punta de su nariz. La cruz es el lugar simbólico en que se sitúa Jesús, en ese punto de unión entre el Padre del cielo y la tierra donde moran sus hijos e hijas.

Cuando dentro de unos días lo veamos levantado en la cruz, entonces recordaremos que Jesús está haciendo lo que agrada al Padre: Jesús mira con toda la carga de amor con que nos mira el Padre. Por nosotros vale la pena dar la vida. 

La cruz rompe distancias entre el cielo y la tierra, mete a Dios en nuestra vida, en nuestras calles, en nuestras familias. La cruz nos llama a vivir desde la perspectiva del reino, a mirar como Dios nos mira, con el mismo amor, con la misma pasión por el bien de todos y cada uno de sus hijos e hijas. 

viernes, 20 de marzo de 2015

La misericordia se ríe del juicio (Lunes de la 5ª Semana)



El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra
(Juan 8,1-11)

El joven profeta Daniel, lleno del Espíritu de sabiduría, de valentía y de libertad, fue capaz de salvar a una persona inocente, a la casta Susana. Así se convirtió en figura del Salvador. En realidad, en una pálida figura. Pues si Daniel hizo de abogado defensor de una inocente, Jesús desempeñó un papel más difícil: el de abogado defensor de una persona culpable, y la salvó de morir apedreada según la pena reservada a las adúlteras (no a los adúlteros).

Cuidado con lanzar acusaciones, tanto si son falsas como si son verdaderas. No porque dejemos al descubierto nuestros propios agujeros, fallos, errores; más bien porque así nos lo enseña Jesús que no condena ni acusa a nadie. Ni a la mujer ni a los otros que viene preparados y dispuestos a hacer que las piedras realicen sobre el cuerpo de la mujer el trabajo de la justicia y restablezcan el orden.

A la mujer le dice que se vaya en paz y que no peque más. A ellos les invita sólo a mirar sus propios cuartos trasteros y a tomar conciencia de que tienen ellos mismos mucho que limpiar. Y, ¿que nos dice esto a nosotros? Dos cosas: primer, que la misericordia se ríe del juicio (Santiago 2, 13) y aunque sea solo por interés, para que también a nosotros nos den una segunda oportunidad cuando nos toque (que serán muchas), nos conviene ser muy misericordiosos y dar siempre una oportunidad a nuestros hermanos y hermanas; y segundo, no estamos para acusar a nadie sino para celebrar juntos la alegría del perdón, para escuchar juntos, todos, la voz de Jesús que nos dice: Vete en paz y no peques más.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Tierra en fruto (Domingo de la 5ª Semana)


Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo
(Juan 12, 20-33)

Mala cosa para nuestro hoy que Juan ponga en boca del Maestro, precisamente, las palabras que tanto nos afanamos en ocultar debajo de nuestro imperio de sentidos sobresaturados de bienestar, felicidad y autorealización. Jesús habla abiertamente del desamparo, de la muerte, del despego a la vida y de su propio miedo.

Quisiéramos huir de ellas, que ni nos alcancen ni nos afecten, que solo tuvieran que ver con Jesús y no con nosotros. Pero Juan deja muy claro que las dirige a todos los hombres, por eso se asegura de que son pronunciadas en presencia de griegos y extranjeros en Jerusalén.

Entonces, si es necesario morir para vivir, ¿tenemos que negarnos a amar la vida? No faltan quienes responde que sí, pero lo hacen casi al pie de la letra. Y ahí tenemos a muchos hombres y mujeres creyentes que, desde la resignación, la tristeza y la persecución de mil sufrimientos, calamidades y desgracias, en esta vida, se afanan torpemente para ganarse otra vida en el Paraíso... ¿le ha explicado alguien, a estos, en qué consiste seguir a Jesucristo? ¿el sentido auténtico de muerte y vida?

Es que acaso, ¿el grano de trigo muere en el sentido de acabar y desaparecer? O más bien se abre y brota liberando toda la fuerza de vida que le habita, desplegando la virtualidad de renovar, una y mil veces, el milagro de hacer surgir de una pequeña semilla una hermosa espiga que, una vez seca, se multiplica en muchas granos que dan sustento en forma de comida.

Morir, para nosotros, los que torpemente acertamos a acoger la Luz, significa negarnos a encerrarnos en nosotros mismos para abrirnos a la Palabra y a los otros. Desaparecer es liberar todas las fuerzas de amor que habitan en nosotros, esas que contenemos a fuerza de miedos, egoísmos y desconfianzas.

Si solo sé amar mi vida, la que está llena de pequeñeces, rechazos, violencia y agresividad, entonces la perderé. Pero si acepto ser taladrado, empujado, pisoteado por el amor al hermano; si estoy prendido del amor exigente del Padre; entonces, quizás solo cuando entienda parte de esto, me veré nacer a la vida, como brota la espiga atravesando la tierra para desplegarse en toda su plenitud bajo el sol.

Desde que venimos a este mundo experimentamos, ya inconscientemente, que para llegar a la luz, tenemos que pasar por el túnel de la oscuridad. Eso nos da miedo. Lo mismo que le pasó a Jesús nos pasa a nosotros, nos gustaría saltarnos este paso; y sentimos la tentación de permanecer tranquilos y guarecidos dentro de nosotros mismos.

Sin embargo, no hay camino hacia la vía de la luz que no pase por la cruz. Ella es nuestro seguro para saber si nuestros discernimientos son ortodoxos. Nuestros planes de felicidad, tranquilidad y autorrealización tienen que ser crucificados en ella si de verdad creemos, con el corazón que siente, la razón que piensa y la voluntad que actúa, que la tumba está vacía, la misma y única que abandonó Aquel que vive para siempre.


La vida está ahí, déjate sorprender y ponte a servir...



fuente

(Inspirado en pensamientos de  J. P. Bagot)

Experiencia de palabra (Sábado de la 4ª Semana)


Jamás ha hablado nadie así
(Juan 7, 40-53)

San Juan pone en boca de los guardias del Templo las siguientes palabras: Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre. Para ellos fue una gran sorpresa oír hablar a Jesús. Para nosotros no es una sorpresa, lo cual tiene grandes ventajas y también algún inconveniente. Para nosotros, decir que Jesús tiene palabras de vida eterna forma parte de nuestra fe: ésa es una gran ventaja. Pero no experimentar nunca aquella sorpresa sería una lástima. ¡Qué bien nos viene a nosotros también sorprendemos ante la belleza y la profundidad de las palabras de Jesús!

Porque la mera recitación de una fórmula de fe no puede compararse con la experiencia de saborear nosotros mismos las palabras de Jesús con la ayuda del Espíritu Santo. Nuestra fe en las palabras de Jesús debe traducirse, primero, en el aprecio de la Liturgia de la Palabra, que es una parte esencial de la Eucaristía, como lo fue también de la Última Cena. Además, nos llevará a dedicar algunos ratos de oración a hacer resonar esas palabras en el fondo de nuestro corazón. Y, según nuestras posibilidades, también a hacer un esfuerzo por conocer mejor los Evangelios.

Entrar en el gran misterio (Viernes de la 4ª Semana)


Yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz
(Juan 7,1-2.10.25-30)

Nosotros casi siempre juzgamos por las apariencias, por la pertenencia a un grupo o a una determinada clase social, y así corremos el peligro de ignorar lo mejor de las personas. Éste sabemos de dónde viene, decían los judíos de Jesús: sabían que era galileo, lo cual, para empezar, no era una buena tarjeta de presentación. En realidad lo ignoraban casi todo de Jesús.

Este texto de san Juan nos plantea la importantísima cuestión del verdadero conocimiento de Jesús. Nosotros mismos, los cristianos, los que creemos en Él, ¿hasta qué punto lo conocemos? Saber unos pocos datos de su biografía no es conocerlo de verdad ni nos puede servir de gran cosa. Jesús nos invita hoy a entrar en el gran misterio, en la profundidad de su persona, cuando dice: Yo procedo del que es veraz, y sólo Dios es veraz de una manera total y absoluta. Por eso, la persona de Jesús encierra una riqueza infinita. En estos días que preceden a la Pascua, pidamos a Dios un conocimiento íntimo y profundo de Jesús, su Hijo y nuestro hermano mayor, para que le amemos cada vez más y le sigamos más de cerca.

martes, 17 de marzo de 2015

A los 70 años de la ONU


By Joseph Chamie

La conmemoración de los 70 años de la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) invita a reflexionar sobre si la población mundial está mejor o peor desde el punto de vista demográfico que hace siete décadas.

Para evaluar las distintas perspectivas y distinguir entre opiniones personales y datos duros, es fundamental analizar algunos cambios demográficos ocurridos desde que el organismo fue fundado el 24 de octubre de 1945.

Quizá el más visible sea el aumento de la población mundial, que actualmente llega a 7.300 millones de personas, 5.000 millones más que cuando se creó la ONU, pero con considerables variaciones entre las regiones.

En lugares como África subsahariana y Asia occidental (Medio Oriente y los países del Cáucaso) se registró un aumento de 500 por ciento o más en las últimas siete décadas.

En cambio, en Europa, la población aumentó 40 por ciento o menos en el mismo lapso.

El crecimiento de la población mundial que a mediados del siglo XX era de 1,8 por ciento se disparó a 2,1 por ciento a fines de los años 60. Actualmente se ubica en 1,1 por ciento, el más bajo desde la creación de la ONU.

En términos absolutos, la Tierra sumaba aproximadamente 47 millones de personas al año a mediados de siglo. El aumento anual casi se duplicó a 91 millones a fines de los años 80 y luego comenzó a disminuir a las actuales 81 millones.

Una consecuencia importante de las diferentes tasas de crecimiento demográfico ha sido la distribución geográfica de la población. Hace 70 años, alrededor de una de cada tres personas residía en las regiones más desarrolladas, pero en la actualidad es alrededor de la mitad de esa proporción o 17 por ciento.

También son significativos los cambios demográficos regionales. Por ejemplo, mientras Europa y África representaban a mediados del siglo XX, 22 por ciento y ocho por ciento de la población mundial respectivamente, actualmente esa proporción se invirtió a 10 por ciento para el primero y 16 por ciento para el segundo.

Quizá, el cambio demográfico más aplaudido sea la disminución de la mortalidad, incluida la infantil y la materna.

La mortalidad infantil en los últimos 70 años cayó de 140 a 40 fallecidos cada 1.000 nacidos vivos. La disminución de este indicador en todos los grupos de edad implica que la esperanza de vida al nacer sea de 70 años, ganándose unos 25 años respecto de 1950.

Otro cambio notable es la disminución de la fertilidad.

Como resultado de que hombres y mujeres lograran un control sin precedentes sobre el número, el espaciado y el momento de tener hijos, la fertilidad mundial disminuyó de forma significativa de un promedio de cinco nacimientos por mujer, a mediados del siglo XX, a 2,5 en la actualidad.

Como consecuencia de la disminución de la fertilidad y la mortalidad, la población envejeció. En las últimas siete décadas, la edad mediana de la población mundial aumentó seis años, de 24 a 30 años.

Además, la proporción de personas de 80 años o más se triplicó en el mismo plazo, aumentando de 0,5 por ciento a 1,6 por ciento.

La composición sexual de la población se mantuvo relativamente equilibrada y estable en los últimos años, con un índice de masculinidad de entre 100 y 102 hombres cada 100 mujeres.
Nacen ligeramente más varones que niñas, pero en muchos países, en especial en los más ricos, hay más mujeres por la baja mortalidad femenina.

Las excepciones notables a esa regla general son China e India, cuyo índice de masculinidad es de 107 hombres cada 100 mujeres por el aborto selectivo de fetos femeninos.

La razón de sexo al nacimiento en la mayoría de los países es de 105 varones cada 100 niñas, pero en China asciende a 117 y en India en 111, notoriamente mayor que sus anteriores índices de masculinidad.

Otro cambio demográfico notable es la urbanización de la población.

Si bien una minoría de personas, 30 por ciento, vivía en zonas urbanas en los años 50, actualmente la mayoría, o 54 por ciento, vive en las ciudades.

La migración del campo a las ciudades se dio en todas las regiones, con muchos países históricamente rurales y menos desarrollados, como China, Indonesia, Irán y Turquía, transformándose rápidamente en sociedades urbanas.

También es significativo el surgimiento de megaciudades, aglomeraciones de 10 millones o más habitantes. En los años 50, había una sola ciudad en esa categoría, Nueva York, con 12,3 millones de personas.

En la actualidad, hay 28, siendo Tokio la más grande con 38 millones de habitantes, seguida de Nueva Delhi, con 25 millones, Shangai, con 23 millones, y Ciudad de México, Mumbai y San Pablo con alrededor de 21 millones cada una.

Las migraciones internacionales entre países y regiones se incrementó en forma notable.

Hace medio siglo, 77 millones de personas, o casi tres por ciento de la población mundial, eran inmigrantes, es decir que vivían en un lugar distinto al que nacieron. Ese número se triplicó a 232 millones, poco más de tres por ciento de la población mundial.

La mayoría de las migraciones son legales, pero cada vez más hombres y mujeres con sus hijos e hijas, deciden por distintas circunstancias y deseos, emigrar de forma ilegal. Es difícil tener cifras exactas de estos últimos, pero se estima que por lo menos 50 millones personas están en esa situación.

También aumentó el número de refugiados en los últimos años. A mediados del siglo XX se estimaba que un millón de personas estaban desarraigadas tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

A principios de los años 90, el número de refugiados se disparó a 18 millones de personas. Las últimas estimaciones indican que hay 16,7 millones de personas en esa situación, pero en aumento.

Además, las personas obligadas a abandonar sus hogares por conflictos, entre las que hay refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas, ascendió a 51,2 millones, la primera vez que superó las 50 millones tras la Segunda Guerra Mundial.

De todos estos números se deduce que en muchos aspectos la situación de la población mundial mejoró, pero en otros no necesariamente y en otros más, decididamente empeoró.

Si bien la baja mortalidad y la mayor esperanza de vida son mejoras notables, así como la menor fertilidad y que las personas puedan decidir cuándo y cuántos tener hijos, la consecuencia lógica del envejecimiento de la población requiere importantes ajustes sociales.

Pero la proporción de refugiados y desplazados es peor que hace medio siglo. Y las circunstancias y el número de personas que abandonan sus hogares difícilmente vaya a mejorar en un futuro cercano, dada la mayor inestabilidad política, las guerras civiles y el deterioro de las condiciones económicas en muchos países.

Por último, el crecimiento poblacional sin precedentes, el más rápido de la historia, sumó 5.000 millones de personas más desde mediados del siglo XX, lo que plantea serios desafíos a la humanidad como la producción de alimentos, la contaminación, el recalentamiento climático, la escasez de agua, la degradación ambiental, el hacinamiento, la pérdida de biodiversidad y el menor desarrollo socioeconómico.

La actual disminución del crecimiento de la población es un indicio de una futura estabilización demográfica, pero quizá recién para fines del siglo XXI.

Entonces se estima que la población mundial llegará a 10.000 millones de personas, o sea 2,5 millones más que ahora o cuatro veces más que cuando se fundó la ONU.

Editado por Kitty Stapp
Traducido por Verónica Firme
Joseph Chamie, exdirector de la División de Población 
de la Organización de las Naciones Unidas.

Íntegros y obedientes (Jueves de la 4ª Semana)



Yo he venido en nombre de mi Padre
(Juan 5,31-47)

Los seres humanos muchas veces queremos justificamos o engrandecemos. Y, para ello, hablamos mucho de nosotros mismos, testimoniamos en nuestro favor, lo cual más bien rebaja que aumenta nuestra credibilidad. Otras veces nos apoyamos en nuestros amigos o partidarios. Y así nos hacemos todos dependientes unos de otros.

Jesús, en cambio, dice expresamente que no depende del testimonio de ningún ser humano. Jesús se apoya en el testimonio, en la palabra y en la fuerza del Padre. Ésta es la fuente íntima de su manera de actuar y de toda su persona. El Padre es quien le da la fuerza y la luz que necesita y, así, le hace totalmente libre de las modas, las ideologías y las presiones del exterior.

Pero además del testimonio invisible del Padre, Jesús goza también del testimonio bien visible de sus obras, que no son sólo sus milagros, sino también sus palabras, totalmente acordes con las Escrituras y con la voluntad del Padre. Éste es el gran ideal para nuestros criterios y nuestra conducta.


Hizo lo que le había mandado

(Mateo 1,16.18-21.24a)

Hoy, al celebrar la fiesta de san José, podemos encontrar en él un modelo de hombre íntegro al estilo de Jesús. Ante lo que podía ser un tremendo desaguisado en su proyecto de vida pensado y soñado, solo obedece el querer misterioso de Dios y, apoyado solo en él, hizo lo que le ha mandado.

lunes, 16 de marzo de 2015

Cómplices de Dios (Miércoles de la 4ª Semana)


El Hijo da la vida a los que quiere
(Juan 5,17-30)

Después de curar al paralítico junto a la piscina de Betesda, Jesús nos revela el secreto de su persona y de toda su acción. Todas las obras de Jesús son obras que el Padre le da para que las pueda realizar para nuestro bien, para nuestra salvación. Jesús nos revela que el Padre trabaja siempre para mantener la creación y para mantener nuestras vidas y que el Hijo, igualmente, trabaja también por nosotros todos los días, incluido el sábado. El Hijo no hace nada por su cuenta, sino que hace las obras que el Padre le muestra que ha de hacer. El Padre tiene el poder de disponer de la vida. Y ha depositado en el Hijo este poder de disponer de la vida en beneficio de sus hermanos los seres humanos.

Éste es el secreto de la persona de Jesús, éste es el sentido de su vida. Y ésta será también la causa de su muerte: el haberse mostrado, de obra y de palabra, igual al Padre. Para nosotros, éste es el verdadero y el único fundamento de nuestra fe: saber que Jesús ha venido a este mundo para salvamos con el amor y el poder de Dios.

En cuanto a nosotros, tendremos que contemplar en nuestra oración silenciosa, ayudados por el Espíritu, el rostro de este nuestro Padre y Madre para aprender a ser sus cómplices como Jesús. Saborear y recordar que somos hijos de sus entrañas, sabernos amados. Contantes contagiando esperanza, encendiendo luces, trabajando para que salgan de sus prisiones tantos hermanos atrapados, abriendo sepulcros; sin olvidar el estar atentos a los rastros de la acción de Dios en nuestro presente. El Padre así lo quiere para nosotros. Esto nos hará invencibles, incansables, luchadores y transmisores de la Vida, que siempre triunfa, aunque nos toque pasar por la tumba y la oscuridad nuestros viernes.

domingo, 15 de marzo de 2015

La infancia con Teresa de Jesús


El sábado 7 de marzo, los niños y niñas de la Pastoral de Infancia del Arciprestazgo de Ávila, se pasaron todo el día para ganarse el Jubileo Teresiano. Junto con sus catequistas, monitores y voluntarios recorrieron todos los lugares Teresianos: oraron, compartieron, comieron juntos y jugaron por las calles de nuestra ciudad. 

Una de las actividades que realizaron fue presentar con un pequeño vídeo las instalaciones de cada parroquia. Aquí tenéis un pequeño vídeo realizado por los niños y catequistas de nuestra parroquia donde muestran nuestra parroquia con un derroche de imaginación, buena puesta en escena y cuidada realización.


También os dejamos con unas fotos del evento. Como podréis comprobar, cada parroquia o movimiento de Infancia, lleva una camiseta con un color distinto y los nombres de los participantes. La Milagrosa tiene el color morado.