Parroquia La Milagrosa (Ávila)

lunes, 30 de noviembre de 2015

Aquí están (Lunes, I Semana Adviento)


Romanos 10,9-18
La fe nace del mensaje y este consiste en hablar de Cristo.
Salmo: 18,2-5
A toda la tierra alcanza su pregón.
Mateo 4,18-22
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Todos los seres humanos estamos invitados al encuentro con Dios, a vivir el amor y la fraternidad. Todos los seres humanos recibimos la llamada a estar abiertos a este mensaje de vida y esperanza. Jesús cuenta con nosotros para llevar su palabra liberadora hasta los confines del mundo.

Son hermosos los pies del mensajero que anuncia la buena noticia. Son hermosos nuestros pies cuando caminan al encuentro de cada hermano/a, cuando recorren los senderos de la lucha por la justicia, cuando se adentran en las profundidades del dolor llevando la esperanza y la paz.

¿Esperanza? Sí. Esperanza para los pueblos, las sociedades, las familias, los corazones humanos. Esperanza para los lugares y corazones donde Dios no se hace presente: la guerra en Siria o en República Centroafricana -entre otras-, la violencia en Latinoamérica, la sin razón de los atentados terroristas, el drama de los refugiados y emigrantes, el crimen de los niños abortados, las víctimas de la violencia de género… Esperanza para mis violencias y mis guerras interiores…

Y yo Señor, ¿cómo me encuentro al inicio del Adviento? ¿Cuáles son las debilidades que me vencen, que no me dejan alzar la mirada para verte y ver mi realidad más allá, con esperanza? Siento que necesito reposar de vez en cuando, subir a la colina de mi vida y mirar mi caminar con perspectiva; con realismo, pero con esperanza, pues un camino donde Tú vas conmigo, nunca puede terminar mal.

¿Qué me falta para vivir la esperanza del Adviento? 

Aquí están. Dios del reino, mis pies, a veces pequeños, a veces cansados, a veces vacilantes, a veces seguros y firmes. Hazlos tuyos, camina con ellos. Gracias por contar conmigo y fiarte de mí para ser tu mensajero.

Orar en Adviento por los refugiados



MADRID, 28 Nov. 15 / 02:50 pm (ACI/EWTN Noticias).- La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) lanzó un calendario para vivir el Adviento –tiempo de preparación para la Navidad– de una forma muy especial: Rezando por los cristianos perseguidos y refugiados en distintas partes del mundo.

Adviento 2015. Cada día una oración”, alienta el calendario, disponible gratuitamente en su sitio web. En los recuadros que conforman el camino hacia Navidad se pide rezar por los cristianos en Irak, Siria y Afganistán, pero también por los refugiados en Somalia, Nigeria y otros países africanos.

El diseño del calendario fue realizado por el sacerdote español Patxi Bronchalo.

“Este domingo comienza el Adviento. ¿Te unes en oración por los millones de refugiados que este año pasarán la Navidad fuera de sus hogares?”, invita AIN en su página de Facebook.

“Te invitamos a rezar cada día por esa ‘Iglesia de campaña’ que es refugiada y refugia a tantos desplazados que permanecen aún en sus países de origen”, alienta la organización.

Para descargar el calendario de Adviento de Ayuda a la Iglesia Necesitada puede abrtirlo y bajarlo haciendo clic aquí

sábado, 28 de noviembre de 2015

Triduo de "La Milagrosa" en el jubileo de la Misericordia (2015)


A las puertas del Adviento y el jubileo de la Misericordia, del 25 al 27 de noviembre, hemos celebrado el triduo de "La Milagrosa" y también la fiesta de nuestra comunidad parroquial que tiene a la Virgen de la Medalla como patrona. Durante estos tres días hemos contemplado el misterio de la Virgen Madre desde la perspectiva de María pobre y de los pobres, María madre de gracia y misericordia y María Inmaculada vestida de luz. 

Cada uno de los días, la eucaristía ha sido guiada, respectivamente,  por la Asociación Internacional de Caridad, las Hijas de la Caridad y la Asociación de la Medalla Milagrosa.





 








El Evangelio enciende Amores, domingo I de Adviento



Cuando comience a suceder todo esto, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación
Lc 21, 25-28. 34-36

En las primeras comunidades cristianas se acuñó una frase, repetida hasta la saciedad en la liturgia: “Marañatha” = ¡Ven Señor Jesús! Vivieron en la contradicción de una escatología realizada y una escatología futura. “Ya, pero todavía no”. Hay que tener mucho cuidado a la hora de entender estas expresiones. “Ya”, por parte de Dios, que nos ha dado ya todo lo que necesitamos para esa salvación. Si no fuera así, se convertiría en un tirano. “Todavía no”, por nuestra parte, porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto el alcance de la verdadera salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido del Adviento. Porque “todavía no” estamos salvados, tenemos que tratar de vivir el “ya”. Eso nunca lo conseguiremos si nos dormimos en los laureles.

Jesús apunta hacia una salvación muy distinta de la que esperamos. "He venido para que tengan vida y la tengan abundante." ¿Cuál es la tierra prometida que nosotros esperamos hoy? Como los judíos, ¿esperamos una tierra que mane leche y miel, es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más? Seguimos apegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. Seguimos convencidos de que la felicidad está en el consumo. La liturgia nos propone cuatro domingos para prepararnos. Los comercios adelantan más cada año la oferta de productos navideños...

La confianza, la esperanza, la paz, la ilusión la tengo que mantener aquí y ahora, a pesar de todas las apariencias. No debemos esperar que el mundo cambie para alcanzar la verdadera salvación. Confiar, creer es ya cambiar el mundo. Si no es así, estoy confiando en el ídolo. Siempre tendemos a ver la presencia de Dios en los acontecimientos favorables, y pensar que Dios está alejado de nosotros cuando las cosas no van bien. Esa es la interpretación de la historia que hizo el pueblo judío. Jesús dejó muy claro que Dios está siempre ahí, pero se manifiesta con rotundidad en la cruz, aunque sea difícil descubrirlo.

El Adviento no me invita a mirar hacia fuera: pasado y futuro, sino a mirar hacia dentro. Si consigo que nada de lo que tengo me ate y me desligo de lo que creo ser, aparecerá mondo y lirondo mi verdadero SER. Solo ahí puedo encontrar la auténtica felicidad. ¡Qué nos está pasando! Celebramos con inmensa alegría el nacimiento de una nueva vida, pero seguimos despidiendo a nuestros muertos con un “funeral”. Debemos atrevernos a no ver el fin de una vida como un fracaso. Al final del camino, nada de lo que eres en tu esencia, se ha truncado. Eso es lo que se desprende del evangelio. Eso es lo que Jesús predicó y vivió.


sábado, 21 de noviembre de 2015

Testigos de la verdad, domingo XXXIV del TO. Jesucristo, Rey del Universo



Tú lo dices. Yo soy rey, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz
Jn 18, 33b-37

Dentro del proceso de Jesús ante Pilato, según el cuarto evangelio, ocupa un lugar destacado la cuestión acerca de la verdad. Hasta el punto de que se equipara ser “rey” con ser “testigo de la verdad”.

Es justamente así. Solo adquirimos nuestra realeza cuando comprendemos nuestra verdad más profunda. Hasta que eso no ocurre, vivimos como mendigos, tratando de apropiarnos y de identificarnos con todo aquello que pueda otorgarnos una cierta sensación de identidad. La verdad, sin embargo, no es un “contenido mental”, que sería solo una “idea de la verdad”, nunca la verdad misma; un “mapa”, más o menos acertado, pero nunca el “territorio”.

De la misma manera que nadie puede conocer el territorio sin adentrarse en él, por claros que le parezcan los mapas que posee, tampoco es posible conocer la verdad hasta que no la somos. En cierto modo, podría decirse que la verdad no pasa tanto por la mente, cuanto por la vida; ni por el pensar de una determinada manera, cuanto por serla.

¿De que verdad es testigo Jesús que le hace Rey? De la que le ha hecho ser un hombre para los demás. Jesús es un  hombre de relaciones. Le gusta estar en medio de las gentes del pueblo, rodeado de multitudes, siempre dispuesto a compartir la comida y la amistad cuando se le invita. Participa de las alegrías y de las penas de los demás.

Se siente profundamente afectado cuando se encuentra con aquella viuda que va a enterrar a su hijo único; siente hambre lo mismo que la multitud que le acompaña; se alegra con sus discípulos cuando vuelven de la misión. Se admira con facilidad y comparte su alegría con los que están con él: ante las flores de los campos, ante el trabajo de los hombres, ante la fe que manifiestan los paganos, ante la disponibilidad de los sencillos...

Sufre también con las incomprensiones y a veces hasta el límite de lo soportable: "¡Generación incrédula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que soportaros?". (Mt 17, 17)

La amistad ocupa un lugar destacado en su vida; sus discípulos son, en primer lugar, amigos; les considera de su propia familia. Y entre ellos tiene amistad más íntima con uno: hay uno que era el preferido de Jesús. En el grupo de íntimos hay mujeres.

Aunque tiene una mayor simpatía por los excluidos y rechazados, no rehúsa otros contactos; va incluso a casa de sus enemigos; acepta las invitaciones de los fariseos. recibe a los "notables". (Jn 3, 2). Pero, la finalidad última de esa libertad que le permite relacionarse con los demás es el amor. El amor es lo último. La ley queda relegada y su lugar lo ocupa el mandamiento nuevo del amor. Y Jesús muestra su amor convirtiendo en norma de actuación al necesitado:
  • Nunca obrará por egoísmo (Mc 10, 45)
  • No le importa su fama (Mt 11, 19)
  • No le interesa el dinero, ni seguridad alguna (Mt 8, 20)
  • No pretende el poder (Jn 6, 15)

Donde más claro se ve el amor de Jesús es con los necesitados:
  • Al lado de los marginados: La salvación que trae Jesús es universal, pero comenzando por los más pobre. Hace presente la intención de Dios de acoger y querer a todos los que son excluidos por los hombres. Dios no es neutral ante el sufrimiento: No puede reinar sobre los hombres si no es defendiendo a los no queridos, despreciados... y protegiendo a los que no tienen ningún protector.
  • Acoge a los pecadores: Jesús se acerca a ellos como amigo, ofreciéndoles su comprensión, y además, les presenta la cercanía de Dios, su perdón. El actúa convencido de que el perdón de Dios, alcanza a los pecadores y éstos entran dentro del plan de salvación de Dios (Mt 21, 31). La salvación ya no depende de la observancia exclusiva de la ley.
  • Ayuda a los enfermos: Jesús va a los enfermos como hombres necesitados para reconstruirlos como personas, perdonándoles y curándoles. Les dice que no están abandonados de la mano de Dios y les devuelve la vida liberándolos de su marginación. Jesús reconstruye al hombre entero.
  • Revaloriza a la mujer: Para Jesús la mujer tiene los mismos derechos que el hombre a escuchar la Palabra de Dios y a la salvación. No tiene inconveniente en aceptar discípulos y seguidores que sean mujeres (Mc 15, 40-41). Defiende a la mujer en el matrimonio condenando la poligamia y el repudio. Cercano a las mujeres -impropio en un maestro- tiene amigas (Marta, María...), cura a mujeres, las defiende, e incluso habla de Dios bajo la imagen de una mujer en las parábolas (Lc 15, 8-10).

Por eso, no hay nada más digno y verdadero en un ser humano, que luchar por el bien común. Trabajar y amar, pensando en el bien del otro. Ese rey fue Jesús y ese rey tenemos que ser nosotros.



1 minuto cada día (Adviento 2015)


Cuando llega un nuevo miembro al hogar, un recién nacido, todo el ambiente se prepara. Se le busca un lugar dónde dormir, ropa, se buscan los alimentos adecuados. La familia se prepara para recibir a este nuevo miembro con alegría y generosidad. Incluso en los hogares más humildes preparan su casa para que el recién nacido no pase frío, hambre, se sienta feliz, en fin, se sienta acogido.

El tiempo de adviento es parecido a este tiempo en el que la madre espera la llegada de su hijo al mundo. La diferencia es que este tiempo especial dura las cuatro semanas anteriores a la Noche Buena, es decir, el 24 de Diciembre. Es una época en la que la Iglesia prepara los corazones de los cristianos para la llegada del Señor, la llegada del Niño Dios, el esperado Mesías. También la Virgen María, la Madre de este recién nacido, nos pide que preparemos nuestros corazones y que no nos dé lo mismo el nacimiento de su Hijo.

Estas cuatro semanas son un tiempo especial en el que se espera al Niño Dios con alegría, esperanza y con el cambio o conversión de nuestros corazones. Sólo así le podremos ofrecer a Jesús un hogar en la tierra junto a  nosotros. Por eso es importante prepararnos cada año, aunque Jesús ya nació hace más de dos mil años en Belén. Él quiere nacer cada año nuevamente, pero en el corazón de cada uno para así poder vivir junto a nosotros.

Te proponemos un calendario para que lo imprimas y lo coloques en un lugar donde puedas verlo a diario con la intención de dedicarle 1 minuto a reflexionar en lo que te indica el día de la semana.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Ser compasivo humaniza (Adviento en el jubileo de la misericordia)



Adviento en el jubileo de la misericordia: llamados a ser (no a tener) consuelo (La compasión misericordiosa o la misericordia compasiva)

Un antiguo cuento jasídico nos dice que en otro tiempo la congregación judía de una localidad estaba muy preocupada por la desaparición de un rabino todos los sábados por la noche. ¿Iba a cantar con los ángeles? ¿iba a orar con Elías? ¿iba a comunicarse directamente con Dios? …

Después de meses de que esto ocurriera, finalmente enviaron a alguien a seguirle para que les informara de adónde iba el rabino. De manera que la siguiente noche de sábado, el rabino tomó un camino de la montaña, ascendiendo a la cima hasta una casita al lado de un acantilado. Y allí, como vio el observador por la ventana, yacía en cama una anciana gentil enferma.

El rabino se pudo a barrer el suelo, cortar madera, encender el fuego, hacer un gran puchero de estofado, lavar las sábanas… Y después se marchó rápidamente para estar de vuelta en la sinagoga a la hora de las celebraciones matutinas. El observador regresó también sin aliento.

Y bien –quiso saber la congregación-, ¿va nuestro rabino al cielo? El enviado a espiar al rabino reflexionó un momento y dijo sonriendo suavemente: no, amigos míos; nuestro rabino va mucho más arriba que el cielo.

Jesús lloró (Jn 11,33)

En la vida hay algunas clases de dolor que no pueden ser eliminadas: la pérdida, las heridas, el rechazo, la discapacidad… pero quienes comparten el dolor ajeno saben lo que es hablar del amor de un Dios que no cambia las circunstancias que nos condicionan, sino que atraviesa con nosotros esas situaciones, acompañándonos en cada paso del camino.

El dolor es la dimensión de la vida humana que no llama a dar y, algunas veces, a recibir esa atención incómoda, a menudo incompleta, pero siempre sanadora que consiste en sentarse simplemente con quienes están (estoy, estamos) heridos.

Verdaderamente, el consuelo es algo pequeño y tierno. Lo único que precisa es presencia asidua, escucha paciente y verdadero interés. Puede que por eso haya poco consuelo en el mundo, porque exige que salgamos de nosotros mismos y vayamos hacia el otro de un mono que no nos beneficia en absoluto. De hecho, el consuelo es algo sumamente raro.

Compartir el dolor de otra persona abre el corazón del Dios que busca siempre entere nosotros el rostro más parecido al suyo. Por eso, me da que pensar respecto al cuento que se deja una cuestión sin resolver: ¿qué le pasó al rabino? ¿continuó la congregación con él o buscaron uno nuevo? Eso sí, de buscar otro sería por el bien de la fe, por supuesto.

Ser compasivo humaniza

“La compasión es lo que nos hace verdaderamente humanos y nos impide convertirnos en piedras, como los monstruos de impiedad que aparecen en los mitos” (Anatole France)

Al tratar de encontrar bibliografía sobre la compasión, he observado que es más bien escasa. La mayoría de los autores sitúan la virtud de la compasión a medio camino entre el amor y la ternura. Por eso, con buen acierto, nuestro Diccionario de la Real Academia define la compasión como “sentimiento de ternura y lástima que se tiene del trabajo, desgracia o mal que padece alguno”. Seguramente no suene bien en los oídos del lector la palabra lástima, pero el Diccionario de la R. A. nos reconduce a la ternura desde el amor, pues define lástima como, “enternecimiento y compasión que excitan los males de otros”.

Vemos, por tanto, que la compasión se exterioriza, se manifiesta como sentimiento de ternura, pero necesariamente arranca del amor, se nutre de él, pues ya sabemos que la ternura es siempre consecuencia del amor; como el calor lo es del fuego.

No es que no aprecie en lo que vale la compasión en su sentido más estricto de padecer con el otro, acompañarle en su dolor, estar a su lado y hacerle compañía cuando todo parece perdido y que poco o nada podemos hacer por quien sufre un mal incurable.

Reconozco la nobleza de corazón y el amor, que entraña esta compasión estática y de carácter más bien pasivo. Pero la compasión de la que yo hablo va más allá de la simple lástima, del llorar con el que llora o sufrir con el que sufre, para que sea más leve y llevadero su llanto y su dolor.

Yo hablo de una compasión activa y dinámica, cargada de consuelo, pero sobre todo de esperanza, la compasión como valor, como virtud. No dudo en afirmar como Buda que “la mayor de las virtudes es la compasión”, siempre que al compartir el dolor, el sufrimiento o la soledad de los demás, sepamos llevar a sus corazones doloridos el bálsamo de un consuelo real y orientar sus vidas hacia la esperanza, a encontrar alternativas al padecimiento y, en última instancia, a sublimarlo y a sentir la calma del espíritu.

Es más compasivo quien ya ha padecido el infortunio

Ser compasivo es estar diligente, pronto y atento a revestirse de ternura y comprensión para con aquellas personas que se sienten atenazadas por la enfermedad, la pobreza y la desesperanza. La toma de contacto ha de iniciarse con un trato cordial y afable expresado en el gesto benevolente, la amplia y sincera sonrisa y la palabra cálida y amable que despierten en el hermano que sufre los sentimientos de comunicación y amistad.

La solicitud, iniciada con el deseo por compartir el sufrimiento ajeno y aliviarlo en la medida de lo posible, se transforma en amor auténtico cuando recibe el impulso incontenible de la generosidad y de la solidaridad.

Practicas la compasión cuando acoges al menesteroso y le das cálida y sincera hospitalidad en tu corazón, con sumo tacto y delicadeza, y le aceptas de manera tan natural y espontánea que es imposible que se sienta humillado por tu acción compasiva y hospitalaria.

Si miras detenidamente en tu derredor; verás que son incontables las personas aisladas, solitarias, enfermas y pobres que desfallecen lentamente a pocos pasos de ti. Lo tienes fácil, sólo necesitas esbozar una sonrisa, tender una mano firme y cálida y ofrecerte solícito como hermano y amigo para proporcionar consuelo y esperanza. Tras el consuelo que le reportará tu compañía y sentirse comprendido y aliviado en sus temores, sufrimientos y desgracias, has de dar paso a la compasión dinámica, la que pasa a la acción y arbitra soluciones para que el hermano que sufre transforme sus dolores y sufrimientos en gozo y serenidad del espíritu. Como ves, ser hospitalario, solícito y compasivo está al alcance de cualquiera.

Contagiar a quien sufre la alegría de vivir

“Sabes que para algunos la vida es un insoportable dolor. Entra en su sufrimiento, en su soledad. Baja de la cumbre de la autosuficiencia hacia el valle de los hombres solos y enfermos” (Phil Bosmans)

“Se ponía al lado de los desgraciados, de la gente oprimida y triste, y hacía un esfuerzo mental para consolarlos y no les dejaba hasta que una luz de alegría les iluminaba el rostro” (Jean Giraudoux)

Una vez que hemos arropado con nuestras palabras de aliento, nuestra sonrisa y nuestro calor humano a aquel para quien la vida se ha convertido en un insoportable dolor y hemos entrado con respeto, ternura y tacto en las profundidades de su soledad y de su sufrimiento, la compasión se ha de convertir en firme y confiada esperanza contagiosa y traducirse en pensamientos de claro matiz positivo que le inunde por todas partes de la alegría de vivir.

Como dice E. W. Wilcox, «ningún sendero es enteramente áspero. Hemos de buscar los parajes amenos y luminosos y hablar de ellos al fatigado oído de la tierra, tan herida por la continua violencia del mortal descontento, del pesar y de la pena». Sin duda, en todo ser humano que padece, más allá de su soledad y de su sufrimiento podemos encontrar parajes amenos y luminosos, que él no acierta a descubrir y nosotros, al ejercer una compasión activa, hemos de ayudarle a encontrar.

La compasión dinámica y activa que arranca de un auténtico amor no descansa hasta lograr que el hermano que sufre por enfermedad, soledad, insoportable dolor o desesperanza, abra de par en par las puertas de su corazón y de su mente al júbilo, la esperanza y la alegría de seguir viviendo. Es preciso ayudar al que sufre a dilatar la fe en sí mismo y en los demás y hacerle sentirse hermanado y unido con los otros seres de la Creación, diluyendo su pena y su dolor en el inmenso mar del Amor Universal que parte de nuestro Creador y cuyas aguas llegan hasta la más sencilla y apartada playa de cada ser humano.

Pero, además, hemos de proponernos educar para la compasión a nuestros hijos, enseñándola como asignatura del amor de la solidaridad y de la confraternidad desde los primeros años de la infancia. Al crear hábitos de hacer el bien en nuestros descendientes, les conducimos seguros por la única senda que acorta todas las distancias hacia la auténtica felicidad. Como dice un proverbio hindú: “El bien que hicimos la víspera es el que nos trae la felicidad por la mañana”. 

Estas reflexiones pueden servir para realizar un retiro de adviento. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Tiempo de vida (domingo XXXIII del TO)



En lo referente al día aquel o la hora, nadie sabe
Mc 13, 24-32

En la tumba de un faraón de Egipto se encontró un puñado de granos de trigo que tenían cinco mil años de antigüedad. Alguien plantó los granos y los regó. Y, para asombro suyo, los granos cobraron vida y germinaron. ¡Después de cinco mil años!

Inmersos en los quehaceres diarios, en nuestros trajines y preocupaciones, no siempre reparamos en lo que es en realidad el tiempo. Para empezar, es una dimensión de la vida que no tiene propiedades. Ni es bajo ni alto, ni gordo ni delgado, ni viejo ni joven, ni siquiera es pasado, presente o futuro. El tiempo tiene los atributos que nosotros queramos darle o como diría Borges, estamos hechos de tiempo y yo añado, y nos han colocado en un espacio.

El tiempo, en todo caso, está destinado a liberarnos para la vida; sin embargo, en lugar de hacerlo, nos esclaviza. En lugar de escuchar a las personas con las que estamos, no dejamos de mirar el reloj para asegurarnos de estar a tiempo con la persona que viene detrás. Vivimos con nuestra mente en alguna otra cosa, en lugar de estar atentos a la presencia de Dios en el presente. Así, nos perdemos tantas cosas: el crecimiento de nuestros seres queridos, los años importantes de nuestra entrega a una causa, a un proyecto, a nuestra opción de vida que a veces ni siquiera tomamos, los llamamientos interiores a vivir de modo nuevo… Perdemos el tiempo y pensamos que estamos viviendo. ¡Qué triste! ¿Por qué no intentamos estar en el aquí y ahora?

El tiempo es sagrado. El tiempo es santo. El tiempo es la materia prima de nuestro ser y estar material que, junto al espacio, nos sitúa en lo sacramental. Así la historia no es algo del pasado, sino fundamento del presente y el futuro. En la actualidad nos consideramos fruto de un pasado, que sigue su curso en el presente y se encamina hacia el futuro. La historia es una categoría que salva, no que constriñe, oprime o aliena. Por ende, la escatología de la que habla hoy el evangelio está implícita en la manera de entender la existencia, pero se trata de lo último dentro de la marcha del mundo, no más allá de él.

De algún modo tenemos que alcanzar a comprender que esta vida es nuestra vida y que el modo de gastarla terminaran determinando la clase de persona que alcanzaremos a ser. Esta vida, sujeta al tiempo y al espacio, esta para ganarla perdiéndola. Sería tristísimo llegar al final de la misma diciendo: ¡Podría haber… Debería haber… Y sí…, pero no lo hice…!

Mientras, porque no aprendemos de la higuera como nos recuerda Jesús. En los brotes que empiezan a moverse en la primavera, tenemos que adivinar los futuros higos. En cualquier fragmento de realidad está ya Dios plenamente y nos habla. Y si, también, nos está diciendo Jesús es que seamos ‘higuera’, que tengamos los ojos del corazón adiestrados para ver en nosotros los cambios, el incremento que provoca el Dios en nosotros, no para saber qué queremos, qué debemos o qué podemos hacer, sino para adivinar los frutos de lo que está por venir cuando nos abandonamos incondicionalmente a la donación de sí.



domingo, 1 de noviembre de 2015

¿Qué opino de la muerte?



psiquiatra, HUESCA.

ECLESALIA, 30/10/15.- ¿La vida es una actividad del carbono en una mezcla de moléculas? ¿Vivimos un tiempo, como un espejismo y luego desaparecemos en el polvo?

Cada individuo vive su realidad en función de la información que tiene porque, además, las creencias que le han enseñado o implantado, han generado la realidad en la que vive.

Si tú crees que después de la muerte te pudrirás bajo tierra, esa es tu realidad. Pero si crees que la conciencia es infinita y que estás aquí de paso, vivirás de otra forma.

Si crees que una piedra es algo inerte y sólido, no vislumbrarás que la materia se compone de vacío y que, en realidad, es un sinfín de partículas girando alrededor unas de otras a billones de vueltas por segundo.

Cuando las ideas alcanzan la aceptación de una masa crítica de personas toman el carácter de “realidad”. Por ejemplo, hubo un tiempo en que la gente creía que la tierra era plana. A pesar de que los griegos decían que la tierra era redonda, hasta la edad media este pensamiento no alcanzó un consenso suficiente para hacerse “realidad”.

Actualmente, las posibilidades de abrirse a nuevas formas de pensar la realidad son tan múltiples y cambiantes que querámoslo, o no, ya sabemos que toda interpretación de la realidad es sólo un punto de vista.

Puesto que es nuestra conciencia la que da sentido al mundo, hasta tal punto que nuestra vida es lo que creemos, es muy importante observar nuestras creencias y cuestionarlas. Aún a costa de atravesar nuestros miedos, nuestras dudas y nuestros apegos a maneras infantiles de funcionar.

¿Qué opino de la muerte?

Los creyentes creen que Dios es una realidad de Amor y que hay un más allá. Los ateos creen en la materia y que todo se acaba al morir.

¿Y si comprendiéramos que los opuestos son uno y que las posiciones discordantes se reconcilian cuando se ven como los dos extremos del mismo proceso? ¿Qué nueva forma de ver el mundo surgiría? Por ejemplo: ¿nos daríamos cuenta de que el tiempo y el espacio son, sólo, las herramientas de nuestra mente humana?

Está claro que la vida y la muerte forman parte del mismo proceso. Un proceso de cambio y movimiento que sólo podemos captar a través de la representación temporal del mundo. La muerte es el fin de la historia de una persona porque se produce una ruptura en la continuidad de espacio y tiempo. Pero, a la vez, la muerte es el inicio de una vida en el más allá, puesto que lo material y lo inmaterial están siempre correlacionados.

La mayoría de los científicos no se pronunciarían sobre “la otra vida”, aunque sean creyentes, porque, de momento, no puede probarse nada. Así debe ser, puesto que todo, hoy día, debe ser explicado a la luz de la ciencia y de la razón. Sin embargo, todos aceptan ya que lo que percibimos como realidad exige la participación de la conciencia. Conclusión: No vemos el mundo tal como es, lo vemos tal como somos. Es el cerebro el que organiza y construye la realidad. Si tuviéramos otro cerebro veríamos otra realidad.

Creo que pasamos por aquí una vez, porque todos somos individuos únicos y cada cual va a vivir su propia vida y su propia muerte. Vivir es la gran oportunidad y, al morir, se cierra nuestra propia historia, que sólo puede escribirse desde un cuerpo físico que desaparecerá en un momento dado. No así la vida, de la que formamos parte, que seguirá existiendo y guardará memoria de cada uno de nosotros. Esa es mi creencia.

Hasta el último instante de nuestra vida podemos reescribir nuestra historia, no importa la edad ni la situación, no importan los fracasos ni los errores. Todo puede mirarse con ternura y misericordia. La vida es un itinerario hacia la Unidad. De nosotros depende (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).