Parroquia La Milagrosa (Ávila)

sábado, 21 de noviembre de 2015

Testigos de la verdad, domingo XXXIV del TO. Jesucristo, Rey del Universo



Tú lo dices. Yo soy rey, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz
Jn 18, 33b-37

Dentro del proceso de Jesús ante Pilato, según el cuarto evangelio, ocupa un lugar destacado la cuestión acerca de la verdad. Hasta el punto de que se equipara ser “rey” con ser “testigo de la verdad”.

Es justamente así. Solo adquirimos nuestra realeza cuando comprendemos nuestra verdad más profunda. Hasta que eso no ocurre, vivimos como mendigos, tratando de apropiarnos y de identificarnos con todo aquello que pueda otorgarnos una cierta sensación de identidad. La verdad, sin embargo, no es un “contenido mental”, que sería solo una “idea de la verdad”, nunca la verdad misma; un “mapa”, más o menos acertado, pero nunca el “territorio”.

De la misma manera que nadie puede conocer el territorio sin adentrarse en él, por claros que le parezcan los mapas que posee, tampoco es posible conocer la verdad hasta que no la somos. En cierto modo, podría decirse que la verdad no pasa tanto por la mente, cuanto por la vida; ni por el pensar de una determinada manera, cuanto por serla.

¿De que verdad es testigo Jesús que le hace Rey? De la que le ha hecho ser un hombre para los demás. Jesús es un  hombre de relaciones. Le gusta estar en medio de las gentes del pueblo, rodeado de multitudes, siempre dispuesto a compartir la comida y la amistad cuando se le invita. Participa de las alegrías y de las penas de los demás.

Se siente profundamente afectado cuando se encuentra con aquella viuda que va a enterrar a su hijo único; siente hambre lo mismo que la multitud que le acompaña; se alegra con sus discípulos cuando vuelven de la misión. Se admira con facilidad y comparte su alegría con los que están con él: ante las flores de los campos, ante el trabajo de los hombres, ante la fe que manifiestan los paganos, ante la disponibilidad de los sencillos...

Sufre también con las incomprensiones y a veces hasta el límite de lo soportable: "¡Generación incrédula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que soportaros?". (Mt 17, 17)

La amistad ocupa un lugar destacado en su vida; sus discípulos son, en primer lugar, amigos; les considera de su propia familia. Y entre ellos tiene amistad más íntima con uno: hay uno que era el preferido de Jesús. En el grupo de íntimos hay mujeres.

Aunque tiene una mayor simpatía por los excluidos y rechazados, no rehúsa otros contactos; va incluso a casa de sus enemigos; acepta las invitaciones de los fariseos. recibe a los "notables". (Jn 3, 2). Pero, la finalidad última de esa libertad que le permite relacionarse con los demás es el amor. El amor es lo último. La ley queda relegada y su lugar lo ocupa el mandamiento nuevo del amor. Y Jesús muestra su amor convirtiendo en norma de actuación al necesitado:
  • Nunca obrará por egoísmo (Mc 10, 45)
  • No le importa su fama (Mt 11, 19)
  • No le interesa el dinero, ni seguridad alguna (Mt 8, 20)
  • No pretende el poder (Jn 6, 15)

Donde más claro se ve el amor de Jesús es con los necesitados:
  • Al lado de los marginados: La salvación que trae Jesús es universal, pero comenzando por los más pobre. Hace presente la intención de Dios de acoger y querer a todos los que son excluidos por los hombres. Dios no es neutral ante el sufrimiento: No puede reinar sobre los hombres si no es defendiendo a los no queridos, despreciados... y protegiendo a los que no tienen ningún protector.
  • Acoge a los pecadores: Jesús se acerca a ellos como amigo, ofreciéndoles su comprensión, y además, les presenta la cercanía de Dios, su perdón. El actúa convencido de que el perdón de Dios, alcanza a los pecadores y éstos entran dentro del plan de salvación de Dios (Mt 21, 31). La salvación ya no depende de la observancia exclusiva de la ley.
  • Ayuda a los enfermos: Jesús va a los enfermos como hombres necesitados para reconstruirlos como personas, perdonándoles y curándoles. Les dice que no están abandonados de la mano de Dios y les devuelve la vida liberándolos de su marginación. Jesús reconstruye al hombre entero.
  • Revaloriza a la mujer: Para Jesús la mujer tiene los mismos derechos que el hombre a escuchar la Palabra de Dios y a la salvación. No tiene inconveniente en aceptar discípulos y seguidores que sean mujeres (Mc 15, 40-41). Defiende a la mujer en el matrimonio condenando la poligamia y el repudio. Cercano a las mujeres -impropio en un maestro- tiene amigas (Marta, María...), cura a mujeres, las defiende, e incluso habla de Dios bajo la imagen de una mujer en las parábolas (Lc 15, 8-10).

Por eso, no hay nada más digno y verdadero en un ser humano, que luchar por el bien común. Trabajar y amar, pensando en el bien del otro. Ese rey fue Jesús y ese rey tenemos que ser nosotros.



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