Parroquia La Milagrosa (Ávila)

sábado, 2 de enero de 2016

La Palabra se hizo niño, pero la ciencia no deja mucho espacio ni para los milagros ni para Dios (3E domingo II después de Navidad)


Jn 1, 1-18

La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros



La ciencia no deja mucho espacio ni para los milagros ni para Dios 
(Stephen Hawking)



Vivimos en un mundo donde abunda la astucia, pero escaso en sabiduría y la verdad es que por mucho que busquemos no la encontraremos por nosotros mismos, no se puede buscar en las academias, ni en escuelas especializadas, ni en las bibliotecas más grandes, ni tan siquiera en internet o documentándonos de archivos, porque la sabiduría no aparece, la sabiduría no tiene nada que ver con la cultura, ni con la experiencia, no se posee, ni se presume de ella, más bien ella te posee porque el lugar donde planta su morada no es la mente, sino el corazón, y busca la complicidad del niño que está escondido en alguna parte dentro de nosotros. La sabiduría de Dios es acogida por su hijo, así sin más. Y nosotros necesitamos de su ayuda, la ayuda de Dios.

Cristo aparece hoy como la sabiduría y la Palabra de Dios, enviado a plantar su tienda nómada, en medio de un pueblo peregrino que no lo supo reconocer, ni recibir. Y ahora viene para acampar entre nosotros, para darnos su luz, para iluminar las oscuridades de nuestra vida y para que veamos más allá de las apariencias. Jesús es la luz verdadera, la que brilla en medio de las tinieblas.



Está claro que si Dios asume nuestra condición humana es porque ama al MUNDO, y apuesta por el hombre, como persona extraordinariamente digna, por eso su tarea evangelizadora consiste en anunciar y hacer posible la amistad cordial entre Dios y el hombre.

“En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Vida que incluye amor, gloria, alegría, esplendor… deberíamos pensar un poco a qué vida se refiere, Juan lo tenía muy claro: plenitud de vida, la Palabra de Dios es palabra de vida, es ternura, es cercanía cálida, es palabra de amor, y es la luz que ofrece a la inteligencia, al corazón, a toda la persona para alumbrar su vida. Y la Palabra se hizo Niño para tenerla a nuestro cuidado, para arroparnos, desnudando nuestro corazón.

La palabra es principio de nuestra Fe, es alimento que sacia nuestras Ganas de Dios, es el confort que experimentamos cuando nos sabemos hijos de Dios, es la esperanza que tenemos los cristianos de lograr una vida plena, es el amor que recibimos cuando nos la creemos, la Palabra es Dios.

Señor dame el coraje, la paciencia y la humildad, de buscar, de esperar pacientemente la luz de tu Palabra para las situaciones más normales y previsibles de mi vida.

Necesito de esa luz, allí donde mi orgullo se manifiesta y me siento segura, desenvuelta y capaz de arreglármelas sola. La necesito para no ignorar la luz que emana de los objetos familiares y que precisamente porque de continuo están ante mis ojos, tengo el peligro de no vislumbrar ya.

Necesito tu luz para comprender a las personas que pasan por mi lado un día tras otro, y soy incapaz de fijarme en ellas, para caer en la cuenta de las personas que se codean conmigo, para pararme frente al dolor que no siento como mío, para empezar a entender a las personas que he clasificado o etiquetado, para afrontar los problemas míos y los del hermano. Y sobre todo, Señor necesito urgentemente tu luz cuando por error pienso que todo me parece muy fácil, muy claro.

Señor, necesitamos tu luz, para no morir en las tinieblas, tu luz es nuestro pan cotidiano, el aire que respiramos.

Señor necesitamos tu luz, porque muchas veces nos parece que lo sabemos todo… pero no comprendemos nada. 


La foto refleja las palabras más usadas por Francisco en la JMJ-Brasil

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