Parroquia La Milagrosa (Ávila)

lunes, 4 de enero de 2016

Si estamos vivos, amemos a los hermanos. Así venceremos el odio y la muerte (5E Navidad)


Juan 1, 43-51
Venid y lo veréis

Jesús llama a sus discípulos de una manera personal. Primero fue a Juan y Andrés. Maestro, ¿dónde vives? Y Jesús no se hizo de rogar: Venid y lo veréis. Ellos fueron y se quedaron con Él aquel día. Juan no cuenta los detalles de la conversación. Pero sí da a entender claramente que aquel encuentro le dejó un recuerdo imborrable, porque se acordaba de la hora exacta en que todo empezó: a las cuatro de la tarde. 

A Andrés también le dejó una gran impresión aquel primer encuentro con Jesús. Tanto que no pudo menos de comunicárselo a su hermano Simón: ¡Hemos encontrado al Mesías! Con Simón Pedro el encuentro es tan profundo que para él empieza desde entonces una vida nueva: eso es lo que expresa el cambio de nombre: Tú te llamarás Cejas. Natanael, por su parte, se siente tan profundamente comprendido por Jesús que no duda de que está ante el verdadero Hijo de Dios. Pero todo esto no es más que el comienzo: Has de ver cosas mayores aún. Pidamos nosotros también tener un encuentro personal con Él y desear renovarlo con frecuencia, sin olvidar la primera lectura de hoy.

Primero, el apóstol nos deja claro que el amor es lo opuesto a la muerte. Y al odio. Es que el amor tiene mucho que ver con la vida. Es que el amor es vida. Si amamos es signo de que hemos pasado de la muerte a la vida. Y el que no ama está muerto. Así de simple. El que no ama es como un “zombie”, uno de esos muertos vivientes de las películas, que andan por la calle siempre amenazando la vida de los demás. Lo que pasa es que para defendernos de ellos no usamos más arma que el amor. Es el único remedio que puede desactivar esa amenaza. No sólo eso. El amor regalado, entregado generosamente, gratuito, es capaz de transformar a esos muertos vivientes en personas libres, vivas, capaces a su vez de amar. 

Pero el apóstol Juan añade algo más. Amar no es una palabra sino algo que se hace con obras. Como dice el refrán castellano: “obras son amores que no buenas razones.” Como dice el apóstol, si ves a tu hermano pasando necesidad y le cierras tus entrañas, ¿cómo puedes decir que amas de verdad? Pues lo dicho. Si estamos vivos, amemos a los hermanos. Así venceremos el odio y la muerte. Pongámonos a la obra y concretemos ese amor en la vida diaria, en la relación con los que nos rodean. Ahí está la más alta cota de la mística cristiana.

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