Parroquia La Milagrosa (Ávila)

jueves, 7 de enero de 2016

Convertirse significa pedir perdón al que ofendimos, reconstruir las relaciones rotas con el hermano, renunciar a la violencia y construir la paz (7E Navidad)


Mateo 4, 12-17.23-25 
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande 

La vuelta de Jesús a la Galilea en la que había vivido casi toda su vida, la presenta el evangelio como una Epifanía, es decir, como una manifestación de la presencia de Dios a través de la persona, de las palabras y de las obras de amor de Jesús, el Nazareno, el Galileo. Ya desde los tiempos de Isaías, Galilea era conocida como la Galilea de los gentiles, de los paganos. Toda Galilea había sido convertida entonces en provincia asiria, muchos galileos habían sido deportados a Babilonia, mientras que se habían instalado allí extranjeros. 

Pues bien, es en esta Galilea de los paganos donde Jesús quiso vivir y quiso también comenzar el anuncio de la Buena Noticia. Sin salir de su pueblo, Jesús estaba al mismo tiempo en medio del Pueblo elegido y en medio de los paganos. Todo un símbolo y todo un programa. También nosotros vivimos en una Europa al mismo tiempo cristiana y pa­gana. En esta Europa es donde tenemos que dar testimonio de la luz de Cristo con nuestras obras y nuestras palabras. 

Pero antes tenemos que descubrir la fuerza de su mensaje, que no es "religioso". Su mensaje es en realidad muy sencillo. Tiene una invitación a cambiar de vida. No otra cosa significa “convertirse” aquí, pues no hacer referencia a una vuelta a Dios o retomar la Alianza del Sinaí. Podemos darle muchas vueltas a esa palabra pero en el fondo todos sabemos a qué se refiere: es dar un giro de 180 grados a nuestro estilo de vida para acoger algo totalmente nuevo y revolucionario. 

Muchos somos conscientes de las asignaturas pendientes que hemos ido dejando a lo largo de nuestra vida. Envidias, egoísmos, violencias... tantas cosas que creemos que hemos dejado atrás pero que en el fondo se nos han quedado pegadas en la piel de nuestro ser más profundo como cicatrices. 

Convertirse significa pedir perdón al que ofendimos, reconstruir las relaciones rotas con el hermano, renunciar a la violencia y construir la paz. Cada uno tiene que mirar en su propia y personal historia y, si somos honestos, no tendremos mucha dificultad para descubrir eso en lo que tenemos que convertirnos.

El siguiente paso, una vez girados sobre nosotros para poder vernos en el espejo de lo que somos, nos tiene que acercar hasta sentirnos próximos (prójimos) de todos los hombres y mujeres, especialmente de los más débiles. De ahí a descubrir a Jesús como el sol que brilla en lo alto hay una distancia muy corta, pero hay que recorrerla sí el te llama, si tu dices sí.

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