Venimos del Viernes Santo, el primer
compás de la Pascua. El diálogo agónico de Jesús con su Padre desde la
Cruz. Jesús se sintió profundamente
amado y de ahí, esa actitud confiada en lo más oscuro de la existencia: “Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu”. En Él podemos contemplar el clamor de
todas las víctimas de la historia.
Hemos pasado un sábado de silencio
meditativo, ampliando nuestra capacidad de acogida honda y profunda, porque como dice el Papa Francisco Dios nos
primerea, nos sorprende con la respuesta misericordiosa de la resurrección y
nuestra tarea es la acogida agradecida.
Jesús nos dijo: el Reino de Dios está
en medio de nosotros, hay nostalgia de absoluto entre nuestros contemporáneos,
hay semillas de resurrección en los trabajos y relaciones cotidianas; necesitamos sensibilidad y agudeza en la
escucha y sinceridad en nuestros diálogos de búsqueda de la verdad para
celebrar la PASCUA, el paso del Señor por nuestra vida, no sólo el domingo de
resurrección, sino en la Pascua semanal, cuando la comunidad celebra el domingo
sin ocaso.
La humanidad con más instrumentos que
nunca, hacemos proyectos minúsculos, la fe cristiana y la liturgia nos invita
hoy, a celebrar la Resurrección de Jesucristo, como respuesta del Padre-Dios a
su Hijo y a la humanidad, es el culmen de la misericordia, fuente y manantial
de vida y esperanza para los creyente, anticipa la dimensión escatológica de
toda la creación y de la humanidad. “Nada hay más sólido, más profundo, más
seguro, más denso y más sabio que este anuncio de la Resurrección, responde al
anhelo de infinito que hay en todo corazón humano”, EG 165.
Esta acción de Dios Padre resucitando a
Jesucristo, expresa un amor desmedido, es la roca firme de nuestra fe,
fundamenta el ardor de nuestra caridad y la seguridad de lo que esperamos.
Cuando herimos las raíces de la fe se marchita la flor de la esperanza y no se
cosecha el fruto de la caridad. ¡Que la alegría del Resucitado sea nuestra
fortaleza, la fuente inagotable de nuestra confianza, la hoguera desbordante de
nuestra esperanza! Considerar que toda la historia, la creación y la humanidad
caminamos hacia esa cúspide, puede ahuyentar de nosotros la indiferencia
globalizada que nos paraliza.
La Vigilia Pascual es la madre de
todas las celebraciones cristianas, por eso hoy y toda la optaba la celebramos con distintos matizes una y otra vez. En ella se recrea los tres Sacramentos de la iniciación o fundamentación cristiana:
Bautismo, Confirmación, Eucaristía. Nosotros partimos de la oscuridad y de la
nada y somos conducidos a la profundidad de la vida del PADRE, que es fuego
y CRISTO que es la Luz.
El Bautismo fue nuestro primer encuentro con Cristo, el manantial de
luz y misericordia, simbolizado en el Cirio Pascual; la celebración de esta Pascua será un canto a la misericordia
que ha llegado a nosotros a “lomos de un asno”
en humildad y sencillez; será un
canto de amor hecho servicio y alabanza a ejemplo de María y Jesús. Será el
contrapunto de la violencia que nos sofoca y ahoga. Ahora en la cúspide de la
Vigilia Pascual renovaremos gozosos las Promesas bautismales y con las candelas
en la mano gritaremos la encomienda de Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo”.
Dichosos vosotros, los misericordiosos, porque alcanzaréis misericordia. En
esta Celebración, en toda la Pascua, en toda nuestra vida, daremos juntos gracias
al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.