Parroquia La Milagrosa (Ávila)

jueves, 26 de marzo de 2015

En la cuerda floja (Domingo de Ramos-2015)


Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Marcos 14,1-15,47

Hay actitudes y conductas de Jesús que desconciertan. De todos modos, sin temor a equivocarnos, podríamos decir que éstas siempre tienen un propósito. En efecto, Jesús genera unas situaciones que no pueden verse ni como improvisadas, ni como inconscientes. Una de esas situaciones es la de hoy, su entrada en Jerusalén a la vista de todos (cuando sabe que lo quieren matar) y montado en un simple borrico.

¿Y cuál es el sentido del gesto entonces? Pues que quizá haya que replantearse qué relación tenemos con lo divino. O lo que es lo mismo, que quizá convenga revisar qué fe vivimos, cuál es nuestra actitud personal y comunitaria ante Dios y su Proyecto. En el fondo, esta entrada, con su estilo y su mensaje, como preámbulo de los acontecimientos pascuales, anticipa toda una redefinición acerca de la presencia y la acción de Dios entre los hombres. Pero claro, hacer tal revisión supone detenerse en lo que, en Jesús, es enfrentamiento radical con lo que no es de Dios.

Jesús ni es un imprudente, ni un temerario. Tampoco un ingenuo. Sin claudicar, afronta la vida en toda su crudeza, confiando solo en la fidelidad velada de Dios. Y así avanza… Y entra en la Ciudad Santa -metafórica y simbólicamente en la vida de relación con Dios y los hermanos- no en medio de una procesión fuera del tiempo y minuciosamente ordenada. Por el contrario, lo hace en medio de una manifestación confusa de ideas y de emociones, precisamente las que están en el origen de las adhesiones y desconfianzas que hoy lo aplauden, pero que en días pedirán su crucifixión. La Pascua Judía era la expresión acabada no sólo de un recuerdo, sino de las aspiraciones de cambio de todo un pueblo... Pero ¿qué cambio? ¿Bajo qué parámetros o principios? no eran cuestiones suficientemente claras.

Sin embargo, será aquí donde Jesús muestre la singularidad de su propuesta. El que viene en nombre del Señor trae un mensaje profético de cambio, de vida nueva y distinta... un cambio y una vida que algunos no quieren aceptar porque están demasiado seguros de la vida que llevan. Pero una transformación que otros sí aceptarán, quizás prematuramente, sin considerar que dichos cambio y vida tendrán que ser según el modo de ser y obrar de Dios… dialogante, pacifico y humilde. He aquí los principios del la propuesta del Mesías que entra, desde Dios, en nuestras existencias.

La entrada de Jesús en Jerusalén y en nuestras vidas es una invitación a abrirnos a su mensaje, a ser desde el diálogo, la paz y la humildad profetas de cambio, de vidas nuevas y distintas, pero a serlo auténticamente, generando gestos que seguramente también provocarán adhesiones y recelos... Como las acciones hondas y claras de Jesús,  las nuestras tendrían que superar la superficialidad que aún conservan, de hecho lo que hoy aplaudimos de Dios, quizá mañana pensemos que no vale la pena, es difícil o una ingenuidad. Nuestras acciones, nuestra entrada desde Dios, en la vida propia y en la de los hermanos, tendrían que desinstalar y desinstalarnos, sorprender y sorprendernos. En esto se funda la posibilidad -este es el preámbulo del que hablábamos- de la existencia nueva que en breve la Resurrección Pascual confirmará. 

Que el Señor con su entrada en nuestras vidas, nos de la gracia de superar nuestra fe sabida, conocida, ritualizada, sin sobresaltos, sin profetismo… SERGIO LÓPEZ


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