Parroquia La Milagrosa (Ávila)

domingo, 8 de marzo de 2015

La AMM en la comunidad parroquial de la Milagrosa


El día 27 de febrero, como todos los 27 de cada mes, la Asociación Medalla Milagrosa (AMM) se une a la celebración eucarística de la comunidad para dar gracias por el don de María y orar por los difuntos de la AMM.

Esta asociación vicenciana está presente en nuestra comunidad parroquial desde los orígenes de la misma. Además de participar en la dimensión de comunión, alentar entre nosotros la figura de María como modelo de seguimiento y maestra orante, también participan de diversos ministerios de las áreas de acción pastoral. 


En este blog, empezamos hoy, a presentar aspectos básicos de la AMM para que todos podamos comprender para apreciar el valor y lo que nos aporta a la comunidad parroquial. En primer acercamiento vamos a ser presentar las características fundamentales de su espiritualidad desde su cuatro notas esenciales: Asociación eclesial, laical, mariana y vicenciana.

Eclesial

El cristianismo de nuestra época es sensible a las dimensiones comunitarias y ve que tienen una puntual correspondencia en la revelación bíblica. El Concilio Vaticano II puso de relieve que la Iglesia es comunión, solidaridad entre las personas que la componen: «Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente» (LG 9).

El objetivo principal de toda la Espiritualidad es siempre Dios, protagonista de toda vida espiritual y de su crecimiento a través de su Espíritu. La vida espiritual presupone un contacto constante con la Palabra de Dios que la ilumina y alimenta. La meta es lograr la santidad que es la participación en la vida del Dios trascendente, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo.

La Espiritualidad es la prerrogativa de las personas auténticas que han verificado una elección axiológica decisiva, fundamental y unificante, capaz de dar sentido definitivo a la existencia. Del Diccionario Nuevo de Espiritualidad (E. Paulinas. 1983) entresaco unas líneas de la Espiritualidad eclesial contemporánea:
  • La Espiritualidad  como experiencia de Dios, fruto de un descubrimiento personal, que ha ido creciendo y madurando basándose en el amor y en la aceptación de una misión en su plan de salvación de toda la humanidad. El ambiente actual no es ya el de la cristiandad, en que la fe era un hecho colectivo.  Es el de «comunidades de contraste» que viven juntas su fe, la comparten y se ayudan a vivirla en este ambiente de increencia, de indiferencia religiosa. Ya K. Rahner, hablando la «Espiritualidad antigua y actual», pronosticó que «el cristiano del futuro será un «místico», es decir, una persona que ha «experimentado» algo, o no será cristiano».
  • Espiritualidad comunitaria. Hacer comunidad, estar en comunión, vivir unidos son palabras claves de la antropología intersubjetiva actual. Superado el individualismo, la autosuficiencia humana, hoy se habla del hombre como un ser interdependiente, dialogal, «un ser para» y «un ser con».
  • La Espiritualidad como compromiso con el mundo. La prueba más evidente de que vivimos una autentica experiencia de Dios es el compromiso en la construcción de la civilización del amor. No hay amor a Dios que no implique amor, solidaridad con todo hombre. Dios no es parcial en su amor. Se le escapa el corazón hacia las víctimas del desamor porque son las que más necesitan de su amor. Hacia esas mismas víctimas se le debe escapar el corazón a todo hombre amigo de Dios. La pasión que Dios mete en el hombre amigo de Él es trabajar para que todos los hombres vivan y sean felices.

Laical

Dentro de la Espiritualidad eclesial quiero resaltar la Espiritualidad laical ya que la AMM es una Asociación laical. La Espiritualidad laical es ante todo y sobre todo una Espiritualidad «cristiana», una Espiritualidad «cristocéntrica». Tiene como inequívoco punto de referencia siempre la Persona misma de Cristo: sus palabras, sus valores, sus planteamientos, su valoración de las personas, cosas y acontecimientos, sus comportamientos frente a las diversas circunstancias de la vida.
  • Es una Espiritualidad centrada en torno a la misión de Cristo que es el anuncio y la realización iniciada del Reino de Dios en la historia, como horizonte permanente e imprescindible de toda vivencia del Misterio cristiano.
  • Es una Espiritualidad que hace presente y prolonga en el tiempo el Misterio del Verbo encarnado. Una Espiritualidad encarnada, convencida, en frase de Pablo VI, de que «no se salva el mundo desde fuera. Es necesario, como el Verbo de Dios que se ha hecho hombre, hacerse una misma cosa, en cierta medida, con las formas de vida de aquellos a quienes se les quiere llevar el mensaje de Cristo» (Encíclica Eclesiam Suam no.80).
  • Es una Espiritualidad que, por ser precisamente cristocéntrica, está inspirada y sostenida, como recuerda el apóstol Pablo (Rom 8, 1-7), por el Espíritu de Jesús resucitado, liberador de todos los hombres y de todo hombre. Una Espiritualidad que, desde la plena docilidad al Espíritu, está penetrada de creatividad, de lozanía, de frescura, de agilidad en las respuestas, de ductilidad frente a las exigencias del Amor, de sensibilidad frente a los Signos de los tiempos en los que y por los que habla Dios hoy, tanto al hombre creyente como a la entera comunidad eclesial (GS 4,11,44).
  • Es, por otra parte, una Espiritualidad bautismal, basada en el sacramento de la iniciación cristiana: el Bautismo que nos incorpora al Pueblo de Dios y nos va haciendo a través del Espíritu sus miembros vivos y activos. Por el Bautismo participamos de la triple condición de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, como aspectos diversos pero profundamente entrelazados entre sí, del único Misterio de Cristo.
  • Ofreciéndonos a nosotros mismos y estando dispuestos a entregar lo que somos y tenemos a favor del Reino participamos del sacerdocio de Cristo (LG. 34); anunciando el Evangelio con palabras y obras y denunciando las injusticias que existen en este mundo vivimos nuestra vocación de profetas (LG. 35) (Cristifideles laici no. 14); dando la vida por amor para que otros vivan y teniendo a Cristo Rey como el valor absoluto de nuestra vida participamos de la función regia de Cristo (LG. 36).
  • Es, por último, una Espiritualidad teologal, cimentada en convicciones profundas de fe, impulsadas por la esperanza y consumadas por el amor.
  • La experiencia espiritual cristiana requiere para que sea verdadera y auténtica vivir las tres virtudes teologales que ponen en estrecha unidad profundas dimensiones del hombre con la plenitud del Dios trinitario revelado en Jesús. Sólo en Jesús hemos creído que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu; pero, al mismo tiempo, en Jesús hemos sabido que el hombre es fe, es esperanza y es amor. Fe como aceptación en lo visible de lo trascendente y como aceptación agradecida del Dios que se nos da en Jesús; esperanza como lanzamiento y apertura del hombre hacia un futuro por hacerse y como espera de una promesa hecha definitiva en Jesús de que el Reino vendrá porque de algún modo ya está; amor como respuesta al Dios que nos amó primero y en cuyo amor podemos darnos totalmente los unos a los otros No se puede hablar de una auténtica Espiritualidad cristiana allí donde falten, y en la medida en que falten, la fe, la esperanza y el amor.

Mariana

En relación con su deber ser místico y teologal, la Iglesia se encuentra a sí misma en María, madre y esposa inmaculada, porque ella, al haber sido elevada como persona individual a su misión, difundida y universalizada por la potencia del Espíritu, se convierte en principio de toda eclesialidad. La Espiritualidad mariana, tomada en su sentido exacto es, por lo tanto, idéntica a la Espiritualidad eclesial que precede a toda diferenciación de los diversos carismas».

Como todas las relaciones vitales, la relación con María va evolucionando con el ritmo de la historia, en constante fidelidad a la palabra de Dios y a las exigencias de los hombres de nuestro tiempo. Las líneas maestras de esa fidelidad las marcó Pablo VI en la MC, llamada con acierto la Carta magna de la Espiritualidad mariana. Resalto brevemente algunas:
  • En el itinerario del cristiano, la relación con María se impone como una exigencia de la fe (LG 67), pero también como un elemento de santificación y estímulo para el compromiso y la esperanza: «una ayuda poderosa para el hombre en camino hacia la conquista de su plenitud» (MC 57).
  • La vida de comunión con María exige la superación del egoísmo, supone  morir al hombre viejo, raíz de todo pecado personal y estructural: «Ella, la liberada de pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con enérgica determinación el pecado» (MC 57).
  • La Virgen atrae a los fieles tras la estela de su santidad, llevándoles a asimilar las sólidas virtudes evangélicas practicadas por Ella en el contexto de una Espiritualidad bíblica de acogida y de adoración a Dios, de lectura profética de la historia y de compromiso activo por la salvación de los hermanos (MC  57).
En María encuentra el cristiano un espejo para volver a conquistar su identidad y para acortar la distancia existente entre su realidad y el proyecto de Dios sobre él. (Stefano de Fiores)

Vicenciana

Tiene como fuente el Misterio de la Encarnación. Y se caracteriza por el encuentro con Cristo a través de los pobres. Cristo nos revela el amor infinito de Dios a los hombres, es encarnación de ese amor y sabe que viene al mundo a salvarlos y no a juzgarlo ni a condenarlo. Los rasgos del Cristo vicenciano, punto de referencia de nuestra Espiritualidad, son «Adorador del Padre, Servidor amoroso y Evangelizador de los pobres», y estos rasgos son lo que tenemos que encarnar los que queremos seguirle para «continuar su vida y su misión».

Sólo la mirada de fe permite descubrir, reconocer en los pobres a Cristo y servirles con su mismo espíritu: «cuando se sirve a los pobres se sirve a Jesucristo…y esto es tan verdad como que estamos aquí»(SV XI, 240).

La misión pertenece al núcleo de la Espiritualidad y actividad de Vicente de Paúl. El vicenciano tiene que ser en todo lo que es y hace «revelador del amor de Dios, Buena Noticia de Dios para los hombres, especialmente para los pobres».

Los miembros de la AMM debemos vivir preocupados siempre en solidaridad con los pobres, evangelizándolos y dejándonos evangelizar por ellos. Las obras de justicia, misericordia y compasión deben respaldar nuestras palabras para ser creíbles.

La Espiritualidad vicenciana está enriquecida por tres misterios a los que San Vicente hace referencia al hablar de María: la Inmaculada, la Anunciación y la Visitación. Estos tres misterios marcan su ser y hacer misionero: el «dársenos Dios» -la Inmaculada-, el «darnos nosotros a Dios» -la Anunciación- y el «darnos a los pobres dándoles a Dios» -la Visitación-. (A. Dodin).

Estas dimensiones espirituales y misioneras no pueden faltar en la Espiritualidad de las ramas de la Familia Vicenciana, especialmente en la rama más mariana, la AMM.

Andrés Pato, CM

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