Parroquia La Milagrosa (Ávila)

sábado, 5 de diciembre de 2015

Si tienes comida en la nevera, ropa en el armario y un hogar donde descansar eres más rico que el 75 % de la población mundial… (Sábado, I semana Adviento)


Isaías 30,19-21.23-26
El Señor vendará la herida de su pueblo.
Salmo: 146,1-6
Dichosos los que esperan en el Señor.
Mateo 9,35-10,1.6-8
Se compadecía de las gentes extenuadas y abandonadas corno ovejas que no tienen pastor.

A nuestro alrededor oímos el llanto de nuestro mundo, hambre, dolor, muerte, opresión, guerra, injusticia, pobreza... 

Si tienes comida en la nevera, ropa en el armario y un hogar donde descansar eres más rico que el 75 % de la población mundial…

A tanta pobreza se añaden otras como las enfermedades (curables para los que tenemos comida, armario y casa) que incapacitan y matan, la terrible exclusión del analfabetismo, el drama de los refugiados, los graves problemas morales en las micro y macro relaciones, la droga, la despersonalización de tantos individuos sin horizonte y sin esperanza.

Esta situación de las gentes, entonces y ahora, fue la que empujó al Hijo de Dios a nacer en una cueva y vivir cerca de nuestras miserias. Todo esto conmueve el corazón del Padre y del Hijo: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”, proclamamos en el Credo, el Hijo de Dios asume totalmente nuestra condición humana.

Lo que espera de nosotros es que tengamos sus mismos sentimientos y que, como él, procuremos aliviar eficazmente los sufrimientos de los demás, pero no para sentirnos mejor, para el crecimiento y perfeccionamiento personal (Qué bien se está aquí, qué íntegro me siento, qué equilibrado me he levantado hoy… ) No, la fe no es una terapia personal, aunque evidentemente nos unifica y mucho, pero no se queda ahí.

Tener los mismo sentimientos que Jesús es volver la mirada, recordar que estamos en proceso de conversión continua, la cual pasa por el reconocimiento del propio pecado, el sincero arrepentimiento, el abandono de las idolatrías y la vuelta al propio Señor. Se nos invita a retomar el camino y a permanecer atentos a su voz para no extraviarnos. Qué bien lo expresa el profeta: “Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: Éste es el camino, camina por él”. Y entendemos que el llanto que escucharnos es llamada a comprometernos. Hemos visto y las cosas le tocan a quien las ve.

Convertidos y convencidos en este tiempo de gracias, el siguiente paso o el paso simultáneo, mirando a nuestro maestro, es anunciar, llevarle a él, ponerse en camino. Y con alegría. A esto nos invitaba el Papa en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del evangelio).

Nota: Estas reflexiones me han conducido a una meditación personal que comparto con vosotros. Accede haciendo clic en este enlace

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