Parroquia La Milagrosa (Ávila)

domingo, 16 de agosto de 2015

El pan es sagrado (Domingo 20 tiempo ordinario)


 Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros
Juan 6,51-58

Mi abuela materna siempre partía el pan con la mano y no nos dejaba hacerlo con el cuchillo. Solo en caso de tener que hacer rebanadas para las torrijas o los picatostes, se servía del cuchillo, pero siempre haciendo la señal de la cruz sobre el pan. Para ella el pan, todo pan, era sagrado. De aquí nacía su devoción a la eucaristía, pero no descubrí la magnitud de tal admiración hasta que no comprendí, ya adulto, lo importante que es este alimento básico para los que han pasado hambre y logré relacionarlo con otra devoción de Amadora (así la llamaban en el pueblo a mi abuela, aunque su nombre era Ascensión), la de no consentir que nadie pasara necesidad. Muchos días de vacaciones asistí a como, una gitana, la Chata, tenía permiso para entrar en casa sin llamar y tomar el pan o el fiambre que necesitase para alimentar a su prole.

La verdadera devoción nace de la necesidad, de aceptar la propia y saciar la ajena. Si no es así se convierte en mojigatería. Y esto nos está pasando en la actualidad. Nos acercamos a comulgar sin hambre ni sed, como si fuera un premio merecido porque somos buenos (ni robamos, ni matamos, solo mentiras piadosas, celillos, envidiejas... nada importante). Más aún, cumplimos con nuestro deber.

Entonces, ¿cómo es acercar las manos y la boca a recibir el pan con hambre y sed? La respuesta la tenemos delante de nosotros, muchas veces, en el mismo Evangelio y no la vemos: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados (Mt, 5). Aquí hay dos ideas para nuestro seguimiento de Cristo importantísimas. Sin necesidad de justicia, no hay bienaventuranza; es decir, no hay vida para siempre, el mayor de nuestros valores, la vida que deseamos eternizar porque la amamos.

La otra idea nos lleva a preguntarnos, ¿que justicia? Y vuelta a empezar; la respuesta está en el evangelio: la justicia de Dios es misericordia: tuve hambre y... sed y... (Mt, 25). Mi abuela Amadora (cuanto me gusta ese nombre) lo entendió, mujer sencilla y sin estudios, pero maestra de vida. No lo expresó nunca con palabras, pero cuando iba con ella a comulgar, quiero pensarlo así hoy, ella iba a recibir el perdón, la reconciliación; a sentirse amada a pesar de sus miserias. Acercarnos al banqueta eucarístico tendría que hacernos sentir el abrazo de la misericordia del Señor.

Y con el amor surgido de la necesidad al comer a Cristo no nos pasará como a los judíos que recriminaban a Jesús, a los que dijo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. La vida, como escribió también San Juan, brotará de una fuente que salta como un surtidor hasta la vida eterna. Pero, no tendremos esa vida en nosotros, ni no la procuramos para el prójimo, el próximo, el vecino, el que comparte nuestra vida, especialmente a esos nuestros hermanos y hermanas más pobres, desvalidos y desprotegidos.

domingo, 9 de agosto de 2015

Ganar la vida (Domingo XIX TO)



Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que come pan de éste vivirá para siempre
(Juan 6, 41-51)

Durante el mes de agosto leeremos el discurso de Jesús sobre la eucaristía. Como sabéis, Juan coloca la instauración de la eucaristía en el capítulo 6 y en la cena con sus discípulos subraya el lavatorio de pies. De esta manera subraya la relación inequívoca que hay entre la fracción del pan y el servicio; más aún, lo remata en una de sus cartas a las comunidades cuando dice con rotundidad que quien dice que ama a Dios y no ama al prójimo es un mentiroso. Y yo me pregunto: ¿vale aquí el viceversa? ¿qué pasa con el que ama al prójimo pero no ama a Dios? Tuve hambre y me disteis de comer… pero, ¿Cuándo hicimos tal cosa? Cada vez que lo hicisteis con estos mis pequeños me lo hicisteis a mí.

Qué claro ¿no? Aquí lo que se nos cuenta es que más importante que nuestras oraciones, liturgias, credos y morales… lo verdaderamente importante es intensificar nuestra humanidad. Y esto me recuerda un vídeo de Pablo Motos donde cuenta la experiencia de uno de los supervivientes al accidente de avión que salvaron la vida por la pericia del piloto que consiguió aterrizar en el agua. Este hombre dice que cuando les avisó el capitán que estaban en peligro de muerte le pasaron por la cabeza tres cosas:
  • (1) La vida te puede cambiar en un minuto: qué hacemos reservando cosas para mañana, por qué no disfrutamos de lo que tenemos en el presente. Agobiados por ahorrar para mañana, pasando penurias para proyectos que lo mismo ni llegan (el vino mejor para cuando se case mi hija, el viaje que siempre quise hacer cuando gane las oposiciones…) Y Jesús nos responde: no andéis preocupados por el vestido y la comida que mi padre sabe lo que necesitáis, confiad en la providencia y preocuparos por lo importante, el reino de Dios y su justicia. Todo lo demás se os dará por añadidura.
  • (2) Lo segundo que pensé es la cantidad de tiempo que he perdido con cosas sin importancia con gente que verdaderamente me importa. A de veces que he discutido con mi pareja, con mis hijos, con mis amigos, con mis compañeros de comunidad… Decidí que entre ser feliz y llevar razón elijo ser feliz. Por qué andáis discutiendo quién es el primero; hay mayor felicidad en dar que en recibir; que lo urgente no nos distraiga de lo importante.
  • (3) Por último, la muerte no da miedo. Es como si nos estuviéramos preparando para ello desde que nacemos. No sentí miedo, pero si tristeza porque amo la vida. La vida es nuestro mayor bien y nuestro anhelo más profundo es eternizar la vida como le pidió el joven rico a Jesús: qué tengo que hacer para ganar la vida…

Pues esto es lo que nos dice hoy Jesús en el evangelio. Nos promete una vida eterna: el que come el pan vivo bajado del cielo tendrá vida para siempre. No temáis, preocuparos por lo importante, sin prejuicios, sabiendo que yo estaré con vosotros todos los días. Alimentados por él, lo más valioso es saber alimentar, en esta vida, al próximo que es nuestro hermano, construir humanidad y reino.

¿Estamos siendo la mejor persona que podríamos ser?