Parroquia La Milagrosa (Ávila)

sábado, 2 de enero de 2016

Es preciso pasar del “saber” al “saborear”, y de un oír humano a un sentir divino (2E Navidad)




Juan 1, 19-28 
¿Tú quién eres?

La pregunta que los sacerdotes y levitas hicieron a Juan Bautista (él tenía muy claro que era una mediación, por lo cual sabía que estaba destinado a menguar para dejar crecer al que anunciaba), hoy se la hacemos al Niño nacido en Belén, al que hemos estado contemplando, cantando y adorando toda la semana pasada. Nosotros conocemos la respuesta a esta pregunta, porque en los evangelios hemos escuchado su Palabra de vida y, sobre todo, le hemos conocido a Él, a esa persona única por su bondad, por su entrega total a los enfermos y a todos los olvidados de la sociedad. Y le hemos creído cuando nos decía: Las obras que yo hago no son mías: son las obras que el Padre me ha dado para que las haga. Y a los que le pedían Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente, Jesús pudo contestar con toda verdad y sencillez: Yo y el Padre somos uno. 

Nadie ha hablado como habló Jesús. y nadie derrochó tanto amor como Él, sin miedo a las consecuencias de sus gestos y palabras llenas de libertad y de amor. Estos días le vemos pequeño y pobre como nosotros. Es un motivo más -¡un gran motivo!- para decirle que creemos del todo en Él.

La Carta de Juan toca todavía otro tema de gran interés: “que lo que habéis oído desde el principio permanezca”. El autor no es un reaccionario inmovilista; él mismo, con gran creatividad, ha sabido expresar lo de Jesús en una terminología original, adecuada a la nueva cultura en que se ha implantado el evangelio. Pero no ha sucumbido a modas o ligerezas. Jesús invitaba a edificar sobre roca y no sobre arena (Mt 7,24-27). Y la carta a los Efesios desea que no seamos “llevados a la deriva por cualquier viento de doctrina” (Ef 4,14). Con qué facilidad se dice “eso ya no se lleva”, “eres del concilio de Trento”, “hoy los tiros van por otra parte”… Sí, es preciso captar por dónde van los tiros y las inquietudes, cuál es el lenguaje inteligible, como acercar el evangelio al hombre de hoy. Pero nunca es lícito tratar los contenidos de la fe y vida cristiana con frivolidad o ligereza. Nada es bueno o malo por ser reciente o antiguo, sino por lo que es en sí mismo. Y ciertamente nuestro cimiento, el Jesús del evangelio, no puede ser sustituido por nada.

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