Parroquia La Milagrosa (Ávila)

sábado, 12 de septiembre de 2015

¿Las bodas son como la vida o la vida como las bodas?


He estado en un boda de unos amigos queridos y eligieron como Palabra que iluminara su celebración el cántico al amor de Pablo y las bodas de Caná. Como siempre, los relatos bíblicos tiene una identidad narrativa, es decir, una capacidad para conectar con los lectores-oyentes para decirles algo en su tiempo, con la cualidad asombrosa de, aun estando escritos muchos siglos atrás, siempre tienen algo oportuno que decir en el momento presente. Eso me ha pasado a mí el sábado pasado y lo comparto en este blog parroquial.

Siempre me ha llamado la atención en las películas la tópica frase del sabio de turno que dictamina sobre las personas… en esta vida hay dos tipos de personas: que somos huevones o leones (esta no es tan sabia), la última que he escucha es “mi padre me decía que en esta vida o eres clavo o eres martillo, yo he escogido ser martillo” (jaja) Tenéis alguna de esas frases que os toméis en serio… (Podéis decir eso de que yo tengo un amigo o una amiga que…) … Todo esto viene a cuento porque he pensado mucho en lo que pasa en las bodas; aquí también se puede decir que hay dos tipos de personas, dos que se pueden trasponer a la manera de estar presente en la historia: los que se involucran y los que no.

En una boda pueden pasar muchas cosas (humanas, divinas); una boda puede ser muchas cosas (el final de un proceso o de una etapa, la celebración del compromiso del amor, el lugar donde empieza algo nuevo); en una boda todos tienen algo que hacer y algo que sentir (cada uno tiene un rol: la novia y el novio, los padrinos, los hermanos, los familiares, los amigos, hasta el cura, pero también los que van a estar atentos para que el convite salga perfecto); una boda es la escenificación de la misma vida, donde lo que importa no es lo que sucede, sino como se posiciona uno ante lo que sucede, más aún como se trabaja uno, con los demás lo que debe de suceder para cumplir sus sueños y los sueños de todos con los que convive, los que conoce y quiere, los que siente lejos y ni conoce…

Por todo esto, celebrar una boda es algo muy, pero que muy, importante. No solo venimos a ver, reír, llorar, orar, comer, bailar… estamos aquí para celebrar la nueva vida, la que ya ha empezado, pero que hoy arranca significativamente para nuestros amigos.

Pues bien, en el evangelio me ha llamado mucho la atención que, la boda en la que participan María y su hijo, se ejemplariza, en la figura de la madre de Jesús (como dice Juan) dos actitudes de ella que deberíamos trabajar todos para hacernos la vida mejor, los unos a los otros, sobre todo cuando vamos a estar juntos toda la vida, ¿no? Pareja.

Ver el conjunto: en una boda de aquella época todas las personas tenían alguna cosa que hacer: unas en la cocina, otras en el servicio, otras con los instrumentos musicales… como hoy nosotros. Sin embargo, solo María ve el conjunto, tiene la facultad de abarcar toda la escena, está pendiente de lo que sucede. Esta es la forma de mirar de María, su mirar en profundidad. 

Observa, pero sobre todo expresa algo que parece insignificante: “No tienen vino”. Es probable que otros y otras lo hubieran observado pero, como si estuvieran soñando, ven que algo comienza a escasear y, no sabiendo qué hacer, prefieren seguir como si no hubieran visto nada. 

Esta es una labor propia de nuestro ser cristiano: cuidar la fraternidad. Cuidar esta visión de conjunto pero sin desatender lo que a cada una o a cada uno incumba, de tal manera, que lleguemos a percibir, con compasión, los momentos difíciles o delicados, podamos ponerles nombre, colocarlos sobre la mesa y se puedan ofrecer soluciones. 

Identificarse con la situación, aunque parezca que no es esencial, que no nos vaya la vida en ello: Ella, tras haber detectado lo que faltaba, podría haberse quedado tranquila. Pero se identificó tanto con la situación que le puso voz. María lo acoge porque se ha comprometido con la situación como si fuera suya: “No tienen vino” quiere decir no tenemos vino, ahora qué hacemos… no les falta a los novios, nos falta a todos. 

En el fondo, el hecho de que en un banquete falte vino no es tan importante. La gente podría haberse marchado tan satisfecha. La falta que nota María, por tanto, no es esencial, no es cuestión de vida o muerte: es falta de bien-estar por dentro, es ese no sé qué de alegría, de entusiasmo, de pasión, de ilusión… que hace que todo esté en su punto y que nos sintamos satisfechos. Por el contrario, la falta de “ese no sé qué” hace que las cosas no marchen a su ritmo y el cansancio aparezca. No falta lo esencial, se puede vivir, rezar, trabajar…Y, con todo, puede faltar “ese no sé qué”.

Estas dos actitudes son esenciales para construir relación, familia, grupos, asociación, pueblos, sociedad, mundo… Esta vida nuestra, complicada pero preciosa, está para que seamos felices. Hacernos felices no es tarea de una vida, es algo que hacemos cada segundo o podemos encontrarnos, cuando menos lo esperemos, que dejamos de hacerlo durante unos días o unos años y de repente ni soy feliz ni hago feliz… por eso una pregunta que tenemos que hacernos hoy todos es … los que más vosotros dos que estáis en un punto alto de vuestra vida conjunta … ¿estoy siendo la mejor versión que puedo ser de mi mismo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario