Parroquia La Milagrosa (Ávila)

jueves, 22 de enero de 2015

Todo empieza por una persona



Los maestros pueden abrir la puerta, pero sólo tú puedes entrar
(Proverbio chino)


25 de enero, domingo III de TO

Mt 4, 12-23
Les dijo: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
De inmediato dejando las redes le siguieron.

Jesús dirigió sus pasos hacia Galilea, como siempre también en los pequeños detalles, esos que nos parecerían sin importancia cómo dónde empezó su camino, nos muestran la predilección de Dios por lo pobre, lo apartado del centro del mundo, la periferia. Es por ello que Jesús inaugura su vida pública en un lugar geográfico insignificante; Galilea, la Galilea de los gentiles, para expresar también en su ubicación física que lo suyo serán los márgenes y por excelencia los marginados. Preguntémonos ¿Dónde están ubicados nuestros centros? ¿Cómo están ubicados en mi vida aquellos que viven en la periferia? ¿Estoy dispuesto a ir a Galilea, ese espacio donde nos espera y precede Jesús Resucitado? 

Con Jesús empieza algo nuevo, distinto, así de forma contraria a como hacían los judíos, que elegían los discípulos al maestro, será él quien los elija, quien les llama y propone una misión. Es Dios quien nos elige, nos mira amorosamente esperando nuestra respuesta. Preguntémonos si mi ser discípulo se asienta en sentir cotidianamente esa mirada que me llama a seguir los pasos de Jesús, si mi seguimiento parte de sentirme elegido para completarme desde ese amor. Si mientras estoy echando mis redes en mi lago o repasándolas soy capaz de otear en el horizonte de mi corazón a un Dios contemplándome con cariño mientras me afano en trabajar.

‘Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”.  El Reino es tarea, pero sobre todo don; ofrecimiento gratuito de Dios como padre compasivo y sanador. Es desde ese don excesivo y desbordante desde donde, cada uno de nosotros, somos llamados a un cambio de mentalidad y corazón, a iniciar un camino único, como discípulos, de seguimiento de Jesús.  Sólo si sentimos, como sintieron Pedro, Andrés, Santiago y Juan, que Jesús no pasa de largo al vernos faenar en nuestra vida cotidiana, que no le somos indiferentes, que no somos una parte más del paisaje de la vida, sino que al pasar junto a nosotros, somos tan significativos, que se para, nos mira y ¡nos llama por nuestro nombre! No es sólo el “venid” es la infinita ternura de la mirada de Jesús lo que atrae a quienes dejan atrás lo que eran antes. 

Una de las cosas que acredita el verdadero encuentro con Jesús será que existe un antes y un después. Dios nos llama amorosamente a un cambio de vida. Respetando lo que somos y sabemos hacer nos muestra el camino a la felicidad, nos acerca a nuestra verdad para que podamos ser más plenamente auténticos. Creed y cambiad de vida según ese encuentro. Convertíos: Dios os quiere, dejad una vida vacía de amor, cargada de egocentrismo, para recuperar el sentido en ese amor que puede llenarlo todo y construir desde él una nueva fraternidad, unas nuevas relaciones, con vosotros mismos y con los demás.

Por tanto puedes elegir entre creer y convertirte en discípulo o que todo siga como hasta ahora, aunque te empeñes en aparentar por fuera cambios, pero ¿y por dentro? 

Puedes seguir así, tirando sin más, manteniendo el equilibrio prudentemente, justificando unas opciones dignas, diciendo “sí” pero a medias, siempre a tu manera… O puedes elegir ser… discípulo. 

Puedes seguir siendo el único dueño de tu vida, gozando de tantas cosas buenas que tantos hermanos buenos no pueden ni imaginar que existen, entregarte sí pero sólo a los tuyos, y tener esa serena paz de haber cumplido, del hasta aquí, más ya no me toca a mí hacer… Pero también puedo elegir  ser… discípulo. 

Puedes embarcarte en tus proyectos, ser eficaz y hasta ayudar, puedes hasta complicarte la vida y complicársela a otros con osadía,… puedes ser de esos que se apuntan a todo y dejan siempre puertas abiertas, por si acaso,… Pero también puedes asumir menos protagonismo, guardar menos la ropa, cubrirte menos la retaguardia y simplemente apuntarte al proyecto de ser discípulo. 

Puedes escudarte en el miedo, en la dificultad de abandonarte en brazos de otros, en la falta de confianza para abandonar todo lo que te da seguridades por una mera mirada amorosa que va acompañada de un sígueme, sólo por eso ponerse detrás,… puedes encontrar mil excusas, muchas serán hasta convincentes, muchos te dirán que estás haciendo lo correcto, o puedes escuchar esa voz que repite tu nombre, mientras te mira, y te dice fíate, no temas, aunque parece que pierdes ganarás, sígueme. O puedes al menos intentar cada día encontrarte con Jesús para escuchar esa voz que desde muy adentro te llama…

Fuente: Dabar


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